Regresar

Simposio analiza raza y orden social desde las Antillas hasta EEUU

Por: Rebeca J. Agosto Rosa

Durante el Día Mundial del Libro, el Sistema de Bibliotecas de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP), celebró una jornada de discusión sobre el racismo y la educación como parte del tercer Simposio Arturo Alfonso Schomburg, que conmemora al bibliófilo e historiador puertorriqueño que luchó incansablemente por el reconocimiento y los derechos de las comunidades negras en los Estados Unidos.

La jornada comenzó precisamente con una conferencia sobre un hallazgo reciente del llamado “padre de la historia negra”: Arturo Alfonso Schomburg (1874-1938) no fue hijo del alemán Carlos Federico Schomburg, residente de Aguadilla, como se asumía, sino que adoptó ese apellido antes de emigrar a Nueva York a principios del siglo 20.

Dos pruebas de ADN entre los Schomburg de Aguadilla y los descendientes de Arturo Alfonso en Nueva York revelaron, para sorpresa de ambas familias, que no guardaban parentesco genético. A raíz de este descubrimiento, la genealogista Haydée Reichard encontró la copia original de un certificado en una iglesia donde el apellido de Arturo Alfonso, Goldberg, se tachaba y sustituía por Schomburg.

“Alguien o él consiguió cambiar el apellido. ¿Por qué cambió de apellido? ¿Tal vez porque era fuera de matrimonio? (…) ¿Tenía necesidad de hacerlo? ¿Buscaba prestigio social?”, se preguntó Reichard.

El cambio de apellido de Arturo Alfonso esconde en sí mismo un pedazo olvidado de la historia puertorriqueña del siglo 19, cuando la práctica era bastante común no sólo entre personas de ascendencia africana, sino también entre inmigrantes que huían a Puerto Rico desde Europa.

Luego de rastrear los pasos de la familia materna de Arturo Alfonso en Puerto Rico, los Joseph, oriundos de Santa Cruz (del apellido Goldberg no encontró nada), la Dra. Reichard construyó algunas hipótesis sobre por qué el joven adoptó el apellido Schomburg.

La historiadora encontró que Mary Joseph, la madre, y sus hijos vivían en el Viejo San Juan, donde ella trabajaba como lavandera y Arturo Alfonso trabajaba como tipógrafo en la imprenta don José González Pons, en la calle Fortaleza, la primera en encuadernar un libro en la capital.

Hacia finales del siglo 19, en la calle Fortaleza también vivían la viuda de Carlos Federico Schomburg, doña Monserrate, y sus dos hijas, quienes dejaron el pueblo de Aguadilla tras la muerte del padre. Una de ellas, Emilia Schomburg, estaba casada con José Antonio Daubon, poeta y escritor puertorriqueño que también trabajaba en la imprenta González Pons. Daubon escribió una de las cartas de recomendación de Arturo Alfonso para irse a Nueva York.

A base de estos y otros datos, Reichard dedujo que es posible que la familia Schomburg conociera a Arturo desde niño, quizás porque su madre fuera una de las lavanderas de la casa, o cuando empezó a trabajar en la imprenta. La historiadora supone que las Schomburg “le quisieron regalar el apellido para que pudiera llegar a Estados Unidos con un mejor apellido”, indicó.

“Quiero pensar que fue un pacto de amor”, expresó Reichard, quien reconoció que probablemente nunca se tenga una respuesta certera.

Por otro lado, durante la segunda conferencia del Simposio, el Dr. Kelvin Santiago Valles, de la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY) en Binghamton, discutió los conceptos de raza, racismo y orden social según otro inmigrante antillano que se insertó en los debates raciales de los Estados Unidos a mediados del siglo 20, Oliver Cromwell Cox.

Cox, un sociólogo originario de Trinidad que se graduó de maestría y doctorado en la prestigiosa Universidad de Chicago, fue un pensador que no recibió el crédito que merecía en su tiempo, opinó Santiago Valles.

El intelectual fue criticado por plantear que el concepto de raza no debía entenderse separado del de clase social porque hablar de racismo sin discutir los factores socioeconómicos que lo acompañan lo reducía a una mera ideología, un “sistema de justificaciones”, que ignoraba hechos sociales concretos.

“Cox sencillamente se rehusaba a separar, por un lado, los efectos ideológicos de los procesos de racialización de, por otro lado, cómo raza y racismo formaban parte del orden social imperante, concretamente de las estructuras socioeconómicas, históricamente específicas a escala mundial”, indicó el profesor.

Para Cox, “como objeto de estudio y como relación social, raza y racismo eran simultáneamente un proceso tanto ideológico como de desposesión económica y de dominio político, basado en desigualdades sociales estructurales”, explicó.

Por eso, al estudiar simultáneamente la raza y el racismo como ideología y como explotación capitalista, Cox esperaba que sus investigaciones ayudarán a cambiar el orden social existente, concluyó Santiago Valles.

La jornada del tercer Simposio cerró con un foro sobre el significado y alcance de la educación antirracista, que contó con la participación de la Lcda. Aysha E. Schomburg (biznieta de Arturo Alfonso Schomburg), la Dra. Isar Godreau Santiago, de la UPR-Cayey, y la Dra. Ivette Torres Roig, profesora de la Escuela Secundaria de la UPR.

La actividad estuvo dedicada al Dr. William Fred Santiago, ministro ordenado de la Iglesia Metodista, abogado, ex-juez, profesor de teología, estudioso de la vida del Dr. Martin Luther King, Jr., y autor de cinco libros.

[huge_it_gallery id=”18″]
Ir al contenido