Regresar

Pepe Álvarez: “Somos Una Nación Queer”

Por Joaquìn Octavio

Entro al Centro de Bellas Artes (CBA), por las puertas de la tras-escena. Recorro el largo pasillo que conduce a los camerinos, las paredes están llenas de fotografías, una suerte fotonovela.  Los personajes: veteranos de las tablas puertorriqueñas. Observo los rostros conocidos, inmortalizados. Me dirijo al camerino de Pepe Álvarez, quedamos en encontrarnos temprano, antes de que lleguen los demás para hablar con calma. En los pasillos impera un extraño silencio, y un frío de ultratumba.

Encuentro la puerta del camerino abierta.  Al asomarme, sorprendo a Pepe en medio de un ritual familiar para muchos histriones: el decorado o personalización del camerino.  Lo veo acomodando flores, ubicando fotos y figuritas frente al que será su espejo durante las funciones de su pieza más reciente: Lamamutcandungo, inspirada en La novelabingo de Manuel Ramos Otero.

Al verme, Pepe me dice, medio en chiste, medio en serio, que sus actores lo botaron del otro camerino. “Ahora estoy con la mariconería de rendirle homenaje a Manuel montando un pequeño altar”.  Pepe bromea con un tono que combina la gracia de un niño travieso con la de una comadre maliciosa. Me saluda con un cálido abrazo de viejo amigo y me invita a tomar asiento frente a su espejo.  Observó el pequeño altar, una pequeña instalación boricuo-barroca. Ramos Otero aprobaría.

Pepe Álvarez es un artista interdisciplinario que se ha nutrido de diversas corrientes estéticas y por medio de la experiencia. Desde hacer teatro político en la calle, como parte de la primera generación de los Jóvenes del 98 dirigido por Maritza Pérez Otero, formar parte de las coreografías de Petra Bravo en Hincapié, hasta ser coreógrafo invitado por Viveca Vázquez en su retrospectiva: Conducta. Pepe siempre se está cuestionando “qué es eso de la creación”. Sus piezas contienen muchas capas.  Le gustan las tareas imposibles y enhebrar temas como la identidad (artística, nacional, sexual, política), la situación colonial, y el espacio del cuerpo.

A modo de embocadura, le pido haga el ejercicio de recordar aquel primer encuentro con el teatro. ¿Cuáles han sido las inquietudes que han motivado su quehacer artístico?

“Un adolescente perdido”

Al recordar su punto de partida, se describió a sí mismo como un estudiante común, “un adolescente perdido”.  Estando todavía en la escuela, se integra a los Jóvenes del 98. Esta experiencia transformaría su vida.  No porque pusiera fin a la sensación de estar perdido, sino que daría inicio al proceso de perderse para crear.

“Por el teatro yo le cogí amor a la lectura. La influencia de Maritza Pérez en mi formación, cuando yo estaba en la escuela superior. Fue puntual porque empecé a cogerle cariño al teatro porque era un teatro que tenía algo que decir.  Entendí que era una herramienta política y social imprescindible”.

Al ingresar al Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, Álvarez descubre que la oferta del Departamento de Drama no satisfacía sus inquietudes creativas. Por tal razón, ingresa al Programa de Estudios Interdisciplinarios, donde tuvo la oportunidad de tomar clases de danza con la profesora Viveca Vázquez, cuya propuesta estética lo enamora perdidamente.

Viveca Vázquez y Taller de Otra Cosa, organización cultural fundada en 1990, trabajan interdisciplinariamente, y desde el error.  Favorecen la experimentación y la investigación. Esto influencia profundamente el trabajo de Pepe Álvarez.  Resulta natural que sean las manos y la mirada de Viveca en las que deposite toda su confianza.  A solo días de estrenar, Pepe abandona el puesto de director y le entrega su pieza para que sea ella quien dé las correcciones finales.

Esto nos lleva a su trabajo más reciente: Lamamutcandunto, su arriesgada adaptación de La novelabingo de Manuel Ramos Otero.

“Una novela imposible”

Para el año 2011, el Instituto de Cultura Puertorriqueña lanzó una reedición de La novelabingo, texto que a pesar de su complejidad y riesgos había caído en la desventura del olvido. Sabía que era un texto que generaba opiniones encontradas.  Al toparse con su reedición, la ojeó con ojos llenos de curiosidad.  En eso, un amigo que rondaba la librería se acercó diciéndole: “¡Pero de todos los trabajos de Manuel, ese!”.  Muchos le dijeron que era una novela imposible de representar.  Para Pepe estos comentarios encendieron su curiosidad: “Yo abrí eso y olvídate, lo leí hasta el final. La misma noche, completita. No había entendido nada, pero había entendido mucho”.

De repente, noto que mientras Pepe me hacía esta anécdota jugaba con tres centavos, dándoles vueltas entre sus dedos, como amuletos del azar.  El azar, justamente, es uno de los grandes temas tanto de la novela como de su adaptación.  El bingo, las cartas del Tarot, la lotería, entre otras suertes, son manifestaciones cotidianas de la omnipresencia del azar en las culturas puertorriqueñas y en nuestra Historia. Según Pepe: “En el bingo todo el mundo pierde, hasta los que lo hacen. No es una cosa de perder o ganar, es cuestión de ir oscilando en la desventura, así como la isla”.

“Me como a Manuel”

Al hablar sobre el proceso de Lamamutcandungo, lo describió como una “maravillosa indigestión”, tras engullir La novelabingo e incluso al mismísimo Manuel en una ensoñación antropófaga.  Para Pepe se trata de Manuel, siempre se refiere al escritor con la cercanía con la que cualquiera trataría a un amigo, a un novio, o un amante. “Manuel estaba dentro de mis héroes, por su acercamiento queer, y su irreverencia. (…) Siempre estaba enchulao de él, me enamoraba mucho la mitología que se crea alrededor de escritores de esa magnitud. Sobre todo de uno que murió de sida a finales de los 80”.

Cuando le cuestiono cuánto de Ramos Otero entra en su pieza, sus ojos se disparan como si contemplara en un instante todo lo leído, lo investigado, lo soñado. Se llena de aire y se sincera: “Muchas cosas que se quedaron fuera… porque Manuel, ese cuerpo, chacho, eso es un archipiélago enorme. De verdad que yo creo que yo apenas le comí una uña”.

Pepe sonríe con picardía y añade: “Manuel dice en su prólogo que la novela bingo está hecha para ser cantada o para ser jugada. Solo al romper con el origen arquitectónico de la novela, se rompe con el encantamiento con la brujería, entonces se acaba el juego”. Yo me sentía así como si él me estuviera diciendo: “No te atrevas… no te atrevas a hacer de esto lo que tú quieras” y entonces después me dije “yo no puedo seguir las instrucciones de él porque eso no es de él”.  Esta conclusión, da paso al punto esencial de Lamamutcandungo: la apropiación final de La novelabingo, la digestión de Manuel.

Nación Queer y el privilegio de volar

En la escena final de Lamamutcandungo Pepe encarna a un ángel caído, completamente desnudo.  Este ángel, que camina con muletas, enuncia con una poderosa verdad escénica: “Algún día todos recobraríamos el privilegio perdido de volar”.  Este momento está sumamente cargado de connotaciones políticas. Álvarez asocia el vuelo de los ángeles que cargan un pesada cúpula con los avatares de los puertorriqueños que cargan con el peso del colonialismo, de la crisis y la indefinición. Al profundizar sobre esta indefinición, Pepe parafrasea a otra de sus fuentes de inspiración, el escritor Rubén Ríos Ávila: “somos una nación queer”.

Para Pepe, lo queer no alude solamente a la llamada comunidad LGBTT. Puerto Rico en su indefinición política también resulta queer.  Su ángel caído está lastimado, camina con muletas,  pero no se da por vencido. “Pienso que todavía podríamos recobrar el privilegio de volar. Volar como país, volar como nación, volar como seres”.

Echo un último vistazo al pequeño altar, al afiche de Lamamutcandugo. Le agradezco su tiempo y me despido. Al salir me cruzo con los miembros de su elenco, que ya revolotean inquietos por los pasillos.

Lamamutcandungo se presentó entre el 18 y el 30 de agosto, con cuatro funciones a casa llena.

[huge_it_gallery id=»53″]
Ir al contenido