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Profesores y exconfinados reflexionan sobre educación universitaria en las cárceles

Por  Rebeca J. Agosto Rosa

Los confinados no piden mucho al salir de la cárcel, sólo quieren esa oportunidad que siempre se les ha negado: una alternativa al cementerio o la cárcel. Se trata de la oportunidad de educarse y el respeto de una sociedad que los torna invisibles y silencia, que sólo ve a los delincuentes cuando son arrestados y ocupan las primeras planas. Sus vidas antes y después pertenecen al olvido.

Por eso dos hombres para quienes la educación fue indudablemente la llave de la libertad que la violencia les arrebató en la infancia se dieron cita en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR-RP) para dar voz a quienes no podían hacerse escuchar y dialogar abiertamente sobre las circunstancias y decisiones que los llevaron a la cárcel, el estigma de haber estado presos, los retos y fallas del proceso de rehabilitación, y la educación como clave para el cambio.

“Para que un confinado cambie su vida necesita ser simplemente una persona a quien se le respeta también. Eso es lo único que necesita un confinado, que lo trates con respeto, que lo trates como una persona y que le des educación; lo único que nunca tuvo en su vida”, señaló Aníbal Santana Merced, escritor y estudiante universitario, durante el último conversatorio de la Jornada de Reflexión sobre Educación Universitaria en la Cárcel celebrada en septiembre en la UPR-RP.

Sin embargo, “a veces la administración y la sociedad no se dan cuenta de que ya ellos no son personas para ellos para estar en ese espacio, de que ya merecen una oportunidad para compartir”, agregó el joven que cursa su segundo año de universidad y lleva dos años en libertad bajo palabra.

“Que te acepten en la libre comunidad sin que te pongan los sellos o sin que te señalen es bien difícil”, expresó por su parte Víctor Marrero. “Si yo no me identifico como que soy un exconfinado, la mayoría de las veces nadie piensa que soy un exconfinado”, indicó el estudiante de primer año. “Ahora, cuando me identifico me encuentro con la triste realidad (…) de que, como soy un exconfinado, pues tengo que tener unas limitaciones en la sociedad”, lamentó.

Ese trato es injusto, explicó Marrero, porque un confinado que elige rehabilitarse en lugar de continuar delinquiendo y cumple con los requisitos que la sociedad le impone, merece ser respetado como cualquier otra persona. “Yo pasé por un proceso de rehabilitación porque yo lo decidí. Nos dieron unas herramientas y estaba de mí si yo las cogía o no, y yo entiendo que me merezco un respeto ante la sociedad porque aunque cometí unos errores, (…) ya pagué por eso, soy parte de la sociedad, y me hacen unas exigencias dentro de la sociedad y yo cumplo con ellas”, dijo.

Santana Merced y Marrero se conocieron en una cárcel de Guayama como reos y ahora se reencontraron en Río Piedras como estudiantes del Programa de Educación Continua para Adultos (PECA). Ambos quieren estudiar trabajo social, y Aníbal por lo menos ya está planificando el próximo paso para cuando se gradúe de bachillerato: estudiar leyes. Derecho y trabajo social, asegura, “es lo que se requiere dentro de la cárcel para hacer la diferencia”.

Con este conversatorio concluyó exitosamente la Jornada de Reflexión sobre Educación Universitaria en la Cárcel coordinada por el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Estudios Generales, un encuentro de mentes, saberes y voluntades comprometidas con la población penal en Puerto Rico, y que buscan dar a los confinados y confinadas a través de la educación las herramientas para hacer valer sus derechos y que sus voces sean escuchadas.

“Educamos no para que salgan a una libertad física porque la libertad comienza siendo espiritual. Y eso es lo que yo he encontrado con los muchachos en todos estos contextos de privación de libertad. Por eso es que creo en la educación como el único proceso de rehabilitación”, expresó la Dra. Wanda Ramos, moderadora del conversatorio y profesora de español en la Universidad (y algunas cárceles) de Puerto Rico.

Además del diálogo con los exconfinados y la presentación del nuevo poemario de Santana Merced, el evento también contó en la mañana con tres paneles de discusión donde destacados profesores del Recinto expusieron y profundizaron sobre sus experiencias al ofrecer cursos de ciencias sociales, español, humanidades y vida universitaria en las cárceles de Vega Alta y Bayamón 292 durante el año académico pasado. De las paredes del anfiteatro colgaban los fotos de los estudiantes ausentes, los confinados y confinadas que estudian desde el cautiverio para liberar su mente y quizás, algún día, su cuerpo.

El proyecto piloto de educación universitaria en las prisiones surge de un acuerdo colaborativo entre el Recinto de Río Piedras y el Departamento de Corrección y Rehabilitación. El deseo de los profesores es que este proyecto piloto se convierta próximamente en un programa académico.

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