Loíza: historia, cultura y grandes retos
NOTA: Este escrito es una versión resumida de una entrevista en profundidad que formará parte de un libro que publicará el Programa del Estuario de la Bahía de San Juan sobre historias de vida en la “Ciudad de las Aguas”. Fue parte de los trabajos del curso “Retratos: la entrevista creativa y en profundidad” de la Maestría en Comunicación, a cargo del Dr. Mario E. Roche.
Por: Dania García Lebrón
Luis R. Romero Clemente, mejor conocido como Don Güi, nació y se ha establecido todos sus 66 años de vida en Piñones. Sus antepasados/as se remontan a los 1700’s y, sin duda, han servido de composta para los cimientos de esta tierra firme. En una tarde de noviembre nos sentamos en el kilómetro 8 de Piñones, frente a la playa Aviones, a conversar con él. El líder comunitario no cedió ni un pedazo de su narrativa al dolor. Más bien, articula su imaginario de vida y la de su gente desde un marco de resistencia colectiva. La vida de Don Güi en Piñones desde sus propias palabras:
“Tengo raíces, por parte de mi papá hasta el 1700. Tenía 2 abuelos blancos, 2 abuelos negros, cimarrón y conquistador y Pablo era hasta un esclavista porque tenía 4 esclavos y era dueño de la estancia denominada Piñones, 829 cuerdas. De parte de mi mamá, mi bisabuela venía de las islas Canarias se llamaba Petrona Valentín Arce, era de Santa Cruz de Tenerife. Ellos vinieron acá a la Isla, entraron por Maunabo y ahí se encontró con Rivera. Don Pedro Rivera y Raimundo Rivera, unos hermanos que eran de Carolina. Nací en Piñones con una comadrona, le llamábamos Nina Altagracia y todo el mundo le pedía la bendición porque era la costumbre”.
Vivir en Piñones
“Piñones tenía la particularidad de que las personas se casaban y se quedaban a los alrededores de su familia. Por la condición de isla, antes de haber el puente de boca de cangrejos, había que meterse al agua para entrar a Piñones. Era una isleta separada de Isla Verde por la salida del puente de Boca de Cangrejos, que antes era mucho más amplia todavía. El río de Loíza por allá, las lagunas, los manglares por acá y las zanjas que llegaban hasta el río de Loíza. Entonces era fácil esconderse en los bosques, había agua dulce en muchas partes, había pesca fácil y las lagunas eran bajitas, no como ahora que están dragadas y son profundas. Antes eran bajita natural y la gente de nosotros pescaba hasta con la mano sin usar redes”.
“Caminar a pie para la gente eso no era ningún obstáculo. Como tenían sus huertos sembraban batatas, sembraban yuca y de todo. Con madera de mangle hacían carbón, hacían sus casas y todo lo demás. Nosotros, en la infancia, conocíamos el barrio de rabo a cabo. Buscando jueyes, pescando, nos metíamos en ese mangle a buscar huevos de gallareta y sacábamos latas llenas. Mi papá amaba esta tierra.. era carpintero, se levantaba de madrugada para caminar a pie de aquí hasta Isla Verde, donde estaban los taxis, detrás de Pizza City, para hacer sus trabajos de carpintería en las escuelas de Puerto Rico”.
La cultura cimarrona
“Un cimarrón era aquella persona que no quería ser esclavo y que huía de la esclavitud. Que se internaba en los bosques en los sitios profundos, oscuros donde él pensaba que no iba a entrar los que lo perseguían. Hay una porción de tierra que está allá que se llama Juan Pérez, que eso sí era un refugio de cimarrones. Había que entrar por el medio de esos manglares y ningún español, de estos blanquitos, iban a ensuciar sus uniformes para meterse para allá. Entonces la gente aquí, posiblemente, se escondía o llevaba sus vacas ahí y de ahí traían y ordeñaban una para protegerlas del asedio del gobierno que cobraba por tributos y cosas”.
“En el censo de 1910 registraba 600 familias del Río de Loíza al puente de Boca de Cangrejos. Casi más que ahora, en ese tiempo. La gente estaba aquí desde la colonización de España en Puerto Rico y antes por la parte indígena. Hace varios años atrás hicimos un estudio buscando yacimientos arqueológicos y encontramos 120 yacimientos a flor de tierra, quería decir que aquí vivían muchos indios. Por lo tanto, nuestra cultura es una mezcla de la cimarrona y de la indígena”.
Loíza y Piñones: Dos caras de una misma moneda
“Loíza como era negro, los blancos que estaban en Canóvanas ponían la sede del pueblo en Canóvanas y no en Loíza. O sea, que el pueblo de Loíza fue pasado a Canóvanas. Canóvanas que era un barrio de Loíza, prácticamente, se convirtió en el pueblo. Hasta que, más tarde, un movimiento que surge por estas mismas luchas logra que con la administración Ferré se le devuelva la vieja sede a Loíza y se cree una nueva sede para Canóvanas. Con tal mala suerte que en la división volvieron a fallar porque como tenían que poner un alcalde que simpatizara al grupo de ellos, escogieron a un señor que se llamaba Gabriel Santos López que trabajaba precisamente con el Hotel San Juan con miras a desarrollar Piñones. Para montar ese alcalde eliminaron grandes porciones de gente que representaban votos negativos para ellos, parte de la Central y parte de San Isidro. Entonces, Loíza perdió un gran territorio para crecimiento.”.
Intentos de expropiación y luchas ambientales
“Desde siempre han intentado sacarnos pero estos desarrolladores no contaban con la gente. Muchos de los residentes tenían hasta su dominio, sus títulos y todo porque la Real Academia de los tiempos de España venía repartiendo títulos. Cuando ocurre el cambio de soberanía eso se acaba y la gente que estaba en Monte Grande, que eran descendientes de esclavos que quedaron libres cuando cesó, se ubicaron y hacían dominio de todos esos terrenos. La gente no sabía de títulos pero vivían a la buena de dios sin título pero ejercían dominio y tenía dominio del área, por eso es que le ganamos el caso en los tribunales. Teníamos todos los derechos, el derecho indiano y el derecho de usucapión”.
“Cuando se acabó allí Isla Verde los ojos se pusieron en Piñones. Piñones, laguna, mangle, amplio territorio de aquí a Loíza porque ellos pensaban destruir el manglar y aclarar las lagunas, construir canales desde las lagunas hasta las playas, a las salidas de los río. Conectar como Vista Mar Marina, tu mansión y tu yate en la marquesina. Entonces, quería hacerse acá, los constructores veían Piñones como la continuación de Isla Verde. El mismo gobierno facilitó a estos constructores, que prácticamente expropiaran a la gente de Piñones. Empezó un pleito, se le pagó a un ‘especialista’ que hizo un estudio para un desarrollo en Piñones que le costó 2 millones al pueblo de Puerto Rico. Ese estudio canalizaba las lagunas de Piñones saliendo por Vacía Talega, saliendo por aquí por Punta Maldonado, todo esto urbanizado y a la gente de Piñones la iban a sacar de aquí para un sitio que llamaban Pueblo Indio en los cerros de Canóvanas. Construyeron una planta de tratamiento de aguas negras. Entonces, además de contaminar las playas, también anuló todo posible crecimiento en los mejores terrenos para crecer, que de la carretera 187 al mar había una gran distancia y de la 187 al manglar también había una gran distancia. Ahí colocaron precisamente la planta que mató el crecimiento. Fueron, precisamente, estos mismos desarrolladores, gente que entró los mismos y esa gente decían ser dueños los que intimidaron a mucha gente que vivía en esa zona”.
“La pesca, también, se ha visto afectada, no hay esa cantidad de peces, que había antes, por la contaminación de la planta de tratamiento descargando todos esos tóxicos al mar. Destruyeron el terreno, destruyeron la posibilidad de crecimiento y también contaminaron las aguas. Por ahí mismo para los años 60’s se organiza la Asociación de Residentes. Esta organización logró que se consiguiera agua, luz, carreteras y teléfono”.
Piñones hoy
“Es lamentable porque en un momento de crisis y posteriormente, cuando no haya con qué pagarles, posiblemente tengan que devolverles los terrenos y entonces tendríamos que iniciar otra vez otra lucha y ya todo el mundo no tiene el mismo ánimo. Después de haber matado el monstruo, que se levante, no es fácil. Entendemos que nunca se le debe vender un área de manglar, 1,200 cuerdas, cuando el manglar es política pública y se supone que no se toque. Esa es la razón de ser, la punta del iceberg, es peligroso. Ahora mismo, tú ves, que hay un pleito allí de los muchachos que quieren conservar la playa y el municipio de Carolina que quiere hacer una construcción más acá de donde acabó Isla Verde, eso es dominio público, terrenos del pueblo. ¿Cómo vas a sacar a toda esa gente por esa carretera? Es imposible, ahí ya te obligaría a hacer una carretera de cuatro carriles o más y nosotros que vivimos al lado pues nos vamos pique”.
Fotos: Dania García Lebrón y Kevin Baird