
La cultura popular desde un filtro religioso
Por Ailed Soto Fernández
¿Qué tan arraigada está la religión en la representación femenina dentro de la cultura popular? Las críticas hacia la apreciación que se le da al cuerpo de la mujer como mercado y los estereotipos sobre los roles que debe cumplir en la sociedad abundan, pero transformar esta percepción es difícil. Los expertos coinciden: anuncios publicitarios, películas y obras de teatro, entre otros, son ejes de objetivación hacia la mujer, y la religión judeo-cristiana ha tenido un papel importante en esta manera de percibirlas.
Para el Dr. Alfredo Rivas, profesor de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP), no hay manera de que la religión se desligue de la cultura popular, porque es parte de nuestra superestructura, nuestra ideología y formación cultural. Por lo tanto, al ver una película u obra de teatro se puede juzgar o no a los personajes según algunos estatutos bíblicos.
Personajes y normativas religiosas
Loraine Báez, estudiante de maestría en Gestión y Administración Cultural en la UPRRP y quien se ha presentado en varias obras teatrales como Cruz, mencionó que en una ocasión interpretó “un personaje muy coqueto (…) y yo juzgué al personaje. Porque uno piensa, ‘ah, qué van a pensar’, pero realmente al final uno dice, ‘pero esto no soy yo, esto es un personaje’”.
Báez, quien asistía a la iglesia católica y ahora a una iglesia bautista, expuso que personas dentro de su congregación la han señalado por su forma de vestir. De igual forma, comentó sobre cómo esto se relaciona con una psiquis religiosa y unas normativas bíblicas sobre qué es correcto ponerse.
Mujer, objeto y patriarcado
Por otra parte, la estudiante observó que se tilda de vulgar a una mujer por presentarse en ropa interior en obras teatrales, mientras se ve con buenos ojos si el hombre lo hace. Pues, la fémina simboliza un objeto sexual referente en la cultura patriarcal.
Este doble estándar es el resultado de que la fémina simbolice un objeto sexual en la cultura patriarcal. Como explicó la profesora de historia y teología Sarah González, de la Universidad Interamericana, “el sexo en un mundo patriarcal se ve como privativo del hombre. (…) Una vez tú tienes un sistema en donde el único que puede tener placer en el sexo es el hombre, la mujer se va a ver como un objeto sexual”.
Asimismo, la estudiante de maestría en la UPRRP añadió que “en el cine y la televisión, inclusive, se estereotipa a la mujer mucho y se ve mucho como objeto sexual, siempre… y, también se puede ver como objeto de pecado o tentación”.
A su vez, el profesor Rivas, refiriéndose a un texto escrito por el antropólogo Robert Graves, Rey Jesús, explicó que en el primer capítulo se argumenta sobre las razones por las que se retiró a la mujer de los rituales y espacios religiosos. Para Graves, la mujer en términos sociales era un significante que remitía al acto sexual, así que no podía estar presente porque apuntaba a la sexualidad, al descontrol.
Cine como remitente a la objetivación
En su ensayo Placer visual y cine narrativo, la cineasta Laura Mulvey analiza cómo las féminas, aunque intenten separarse de la objetivación en los filmes, no lo consiguen. Mulvey demuestra que el patriarcado ha creado tres normativas que se presentan en las narrativas cinematográficas.
El profesor Rivas las explica de la siguiente forma. Primero está “la jevota o bobita”, que es la mujer objetivada que cumple con los deseos del hombre. A esta le sigue “doña Bárbara”, quien en un principio rompe el molde, es “anómala”, y por consiguiente hay que normalizar. ¿Cómo? Utilizando el discurso patriarcal, ya sea a través de un hombre u otra mujer con comentarios tales como, “acuérdate que tienes que tener hijos en un momento”, “acuérdate que algún día te tendrás que casar”, relató el profesor. Así, al final de la historia termina casada y con hijos.
Por último, se muestra el tercer modelo, la mujer absolutamente incorregible. Ella se convierte en fetiche en pantalla: “la quieres, la deseas. El hombre la desea o la audiencia la desea, no como la muñeca de plástico, sino como una cosa que desplaza el falo”, explicó.
Psiquis religiosa
Igualmente, Rivas indicó que existe una colonización de la mujer en el ámbito sexual, político y social, que se estipula desde la religión. Por tal razón, la religiosidad está incorporada en todas las instancias, y es una problemática creada desde siglos, pues en las tribus el chamán era también consejero del jefe de la tribu, como lo fueron los sacerdotes en la época medieval. Es decir, la religión siempre ha sido parte integral de nuestra cultura.
En consecuencia, tanto Rivas como la profesora González concuerdan que, aunque una persona se proclame atea, no se puede separar del todo de una cultura que ha sido formada sobre una base religiosa.