
La Torre UPR: el faro de Puerto Rico
Por Melva Y. García Baello/IUPI al Día
Nos entregaron una llave mágica que abrió y nos dio acceso al ícono del proyecto de país más importante de Puerto Rico. Una llave maestra que nos trasladó a un recorrido por 112 años de historia; a un lugar que ha visto luchas, glorias, derrotas, triunfos, pero sobre todo ha unificado y avanzado con miles de puertorriqueños.
IUPI al Día se complace en presentarles una mirada al interior de la Torre Franklin Delano Roosevelt, la vigía de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR).
El faro
Cuando llegamos todo era normal, una visita más a la Torre UPR. El panorama cambió, en el preciso momento que abrimos el primer candado. Fue una experiencia misteriosa y mística a la vez. Entró un frío, un calor…un silencio. Fue como un traslado: se sintió mágico, traspasar aquella primera puerta.
La experiencia inaugural fue un giro instantáneo de la Torre de la IUPI, al interior de un castillo europeo o, tal vez, medieval; la cúpula forrada de hermosos arcos, la madera tallada, los balaustres, los detalles del yeso elaborado a la perfección y la luz del sol atravesando cálidamente los vitrales multicolores.
Llegamos al faro, sí, al faro que ha iluminado a San Juan y a Puerto Rico desde 1937 y que formó parte del plan maestro de Carmoega. Estábamos dentro de la estructura que fue traída pieza a pieza en navíos desde Nueva York e Inglaterra. Así comenzó la travesía de remontar a la que fue la edificación más alta de la Isla por muchos años; y la que, aún en 2015, más nivel le ha dado.
Fueron las escaleras espirales, negras, restauradas y medias débiles las que nos sumergieron, pero nos elevaron en la trayectoria. Piso a piso, por un camino desconocido en su interior; conocido y admirado por miles desde afuera. Los niveles estaban habitados por las maquinarias que le dictaron el tiempo y la noción a decenas de generaciones de estudiantes. Manecillas obsoletas pero intactas, engranes, luminarias que crearon recuerdos y experiencias. Las ventanas con unas poquitas de telarañas, polvorientas por el tiempo y medias sucias quizás por inhóspitas aves.
Según subíamos, también volaba nuestro estado; era una mezcla de emoción, impresión, de ganas y desganas. Estábamos dentro de un faro, un faro de luz, de conocimiento e historia. Dentro del símbolo de la educación más grande de los puertorriqueños. En fin, yacíamos dentro de una testigo, dentro de una fiel testigo; dentro de una compañera, dentro de una meta, dentro de un sueño, una pesadilla…
Bordeamos el balcón, antiguo, bello, con enormes pilotes de cemento, llenos de color; estábamos mudos, la brisa nos ensordecía y nos acariciaba. Cada uno de los pisos resultó sinigual y especial.
¡Llegaron los intrusos! Insinuó el carillón al sonar fuertemente sus campanas y tubos con nuestra inadvertida presencia. Quedamos embelesados…y sordos con el estruendoso resonar. Estaba ahí, el lugar que todos escuchamos a diario, el que miramos desde las aceras, el que todos admiran y pocos han tenido la oportunidad de entrar.
La vida y el sueño de muchos
La educación superior, venir a la universidad es el sueño de muchos y se convierte en la vida toda de tantos más. Dicen que educarse es el acto de rebeldía más grande que pueda tener un ser humano, le otorga libertad y dirección propia. Desde lo alto, se podía mirar radiográficamente ese lugar rodeado de historias, de cuentos, de logros, de triunfos, de tristezas, de alegrías, de amores y desamores. El lugar que todos admiran y sueñan con alcanzar alguna vez en sus vidas. Todos y todas, caminantes e inertes saben el valor de nuestra Universidad, el valor y el orgullo que nos da esa majestuosa torre.
Cada uno de nosotros vivió su propia experiencia, cada uno desde su individualidad se llevó algo y dejo aún más. No sabemos si eran los nervios o la emoción de estar allí, pero definitivamente sin dejar de mirar atrás no podemos ver hacia el frente de la misma manera. Así llegó la brisa, el sol, el ruido y todo volvió…a sonar.
El carillón de la Torre
Con la construcción de la Torre de la Universidad, llegó el Carillón. IUPI al Día, tuvo la oportunidad de entrevistar al ingeniero Orlando Ruiz, la persona a cargo de todo el sistema eléctrico y quien más conoce del funcionamiento de lo que llamó “la voz de la Torre”. La construcción de ambos culminó en el 1939.
A los tres meses de comenzar a trabajar en la UPR, en el 1986, Ruiz recibió la encomienda de realizar el mantenimiento del instrumento. “En origen, el carillón fue creado por la compañía Deagan, que ya no existe. Más adelante, la compañía IT Verdin Bells & Clocks, adquirió sus derechos y entran en la primera reconstrucción y hasta hoy son los precursores en manufactura de carillones, a través del mundo” manifestó el ingeniero. Después de varios años sin funcionar, se reconstruyó el alambrado, todos los martillos, esprines y todo el proceso de funcionamiento.
Ruiz, nos contó que durante mucho tiempo y en momentos especiales, el carillón lo tocaba la profesora Nidia Font del Departamento de Música, de la Facultad de Humanidades, en un teclado pequeño. “Ella tenía que subir unas escaleras muy estrechas, lo cual era arriesgado. Parte de la encomienda era bajarlo del segundo piso, para hacerlo más accesible” nos explicó. Este fue movido, al lugar que se encuentra en la actualidad, en el edificio Román Baldorioty de Castro, en la tiendita de la UPR. Allí permanece la maquinaria original, junto a la actual, que es digital.
“El carillón, es una maquinaria electrónica, construida sobre una base de mármol, como una cajita china, era una rueda con dientes”, electrónicamente era lo que rodaba, daba las horas y las campanadas. Conocido como el Westminster Tracking Hour System.
La música de Londres
“Esa es la música de carillón de Londres, esa música se ha convertido en el estándar. Aparentemente Londres fue el primero en colocar un reloj, el Big Pen, esa música es la más utilizada”, según explicó Ruiz. La música, tiene cuatro frases y cada frase se utiliza en incrementos para marcar un cuarto de hora. Tiene varias opciones para ponerlo a tocar. Se puede tocar cuartos de hora, media hora o a la hora. La primera frase marca los primeros 15 minutos, la primera frase y la segunda frase; marcan la primera media hora. La primera, segunda y tercera frase me dan ¾ de horas y las 4 frases me dan la hora exacta con las campanadas. Las campanadas solamente se dan a cada hora.
Programación y sonido
Contiene 25 campanas tubulares, esas dan las notas desde el “do” central hasta el “do” de la siguiente segunda octava en campanas. Son dos octavas en campanas. Se programa en bloques de 7 melodías. El sistema consiste de un marrón de 25 libras que es movido por un sistema electromecánico, se da la nota abajo, se activa el sistema electromecánico arriba y con unos esprines regresa a su posición.
“Hay música que es difícil tocarla, porque estamos hablando de tocar música con marrones, una música muy rápida es un poco más difícil de tocar”, afirmó el ingeniero. Se puede tocar manualmente, se puede grabar y hay música pregrabada que se puede utilizar. La hora es aparte, está programada por la máquina, ya cada tubo es la campana, los tubos cuelgan de concreto para que el sonido no se vea afectado, detrás tiene un marrón electrónico. Actualmente, es una programación digital. La consola, con una programación interna, funciona al toque de un botón. Este carillón, se puede utilizar como campana o sonoro.
Tiene un elemento electrónico que recibe información de una computadora especializada, al cual se le puede conectar un teclado particular, con el teclado la computadora activa los controles para que se activen las campanas, con la programación la computadora activa los controles para que se activen de hora, tipo de música, según lo que se quiera hacer. Ahora la computadora integra el sistema de agujas de reloj, como parte de las cosas que ella puede controlar.
La arquitectura de la Torre¹
La Torre de la IUPI, se construyó entre 1937 y 1939, a un costo estimado de $275,000. La nombraron Franklin Delano Roosevelt, en agradecimiento al presidente de Estados Unidos incumbente, como reconocimiento a su interés y ayuda para su construcción. Los arquitectos a cargo de esta estructura, ícono en la historia del País, fueron el puertorriqueño Rafael Carmoega y el diseño por el norteamericano William Schimmelpfenning. Tiene 174 pies de altura, una fachada formada por 4 pedestales con los emblemas de los principales colegios de aquella época: Derecho, Educación, Artes y Ciencias y Farmacia.
En su interior, fue completada con la construcción de El Carillón, con 25 campanas tubulares. Desde entonces, el carillón, interpretó la música popular y tradicional de autores como Rafael Hernández, Agustín Lara y otros, además de los himnos de las naciones de América incluyendo La Borinqueña en su forma original. Su sonido melodioso es marcado por el cambio de hora, tan importante para orientación de los universitarios y la comunidad. La Torre ha sido fiel testigo de grandes logros y luchas, que por los pasados años han formado parte de la historia de la vida universitaria. En su decoración interior incluye molduras clásicas y motivos renacentistas. Un enorme reloj de cuatro caras está ubicado en cada lado.
¹Referencia: La Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico, María Luisa Moreno.
Esta es la última entrega de la serie IUPI al Día.
Foto de portada: Rebeca Agosto Rosa
Fotos: Héctor Suárez De Jesús
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