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El deber ciudadano desde la arquitectura

Por Angélica Claudio Merced

calle Con una mochila sobre su espalda, unos cuantos papeles, un celular y su conocimiento, Andrés Rivera camina por las calles del Viejo San Juan para investigar, documentar y compartir la historia arquitectónica de Puerto Rico. Todas las semanas, realiza entre dos y tres recorridos con el objetivo de que otros vean más allá de los edificios y aprendan a valorar las estructuras históricas del país. Más que un pasatiempo, para este arquitecto de 54 años, esta actividad es un ejercicio de responsabilidad ciudadana al promover con ella nuestro pasado y  contradecir a los que dicen que la historia no es interesante.

Como otro sábado más, Andrés espera pacientemente en la Plaza Colón del Viejo San Juan,  a que lleguen las personas que lo acompañarán en un paseo educativo por la ciudad. Desde el 2011 la organización sin fines de lucro Puerto Rico Historic Building Drawings Society, fundada por Andrés y compuesta por ocho voluntarios,  realiza más de 30 “ArquiRecorridos” (distribuidos por mes), que llevan a decenas de personas a conocer balcones, garitas, patios, murallas y otras curiosidades históricas de la capital. La entidad se estableció con el propósito de difundir dibujos, fotografías e información arquitectónica de más de mil estructuras y sitios históricos del país. Animada por las peticiones de los seguidores de su página de Facebook, la organización decidió comprometerse aún más con su labor y educar a la población a través de estas visitas guiadas. Gracias a esta iniciativa fueron ganadores en el 2015 del Premio Urbe de arquitectura, en la categoría de prácticas noveles.

Al filo de las cuatro de la tarde, un grupo de mujeres llegan hasta la Plaza Colón, casi al mismo tiempo que esta reportera, para  participar del recorrido de los Soles Truncos y las Losas baldosas del Viejo San Juan.  Antes de comenzar la ruta, el arquitecto explica que su motivación es que las nuevas generaciones protejan la historia y la arquitectura que los rodea. “Muchos edificios están desapareciendo, los están demoliendo porque dicen que son viejos y no saben que ahí nació un Pedro Albizu Campos o un José De Diego. Yo lo que quiero es que cuando ustedes entren a un edificio histórico, lo respeten. Porque tú no vas a entrar a un edificio, tú vas a viajar a través del tiempo y para eso necesitamos conocer la historia”, dice con entusiasmo.

Iniciamos el recorrido y  la puerta de una boutique en la calle O’Donnell se convierte en el primer sol trunco que observamos. Mostrando unos dibujos, Andrés describe a estos elementos arquitectónicos como montantes semicirculares o en forma de abanico, ubicados en algunas puertas de la arquitectura colonial de la ciudad. Llevan ese nombre porque más allá de cumplir un rol decorativo, su propósito es truncar o controlar la entrada de luz en los espacios interiores. Mientras tanto, en el piso de una tienda de bisutería en la misma calle, vemos las losas baldosas o baldosas hidráulicas, fabricadas con cemento compacto y en cuyas superficies se observan diversas formas y colores.

Entre un lugar y otro, Andrés demuestra no solo la admiración que siente por la historia y la arquitectura boricua, sino su compromiso ciudadano de compartir su experiencia y contribuir de alguna manera con el país. “Hay quienes nos ven como guías turísticos, pero no lo somos. Amamos la historia y la arquitectura, pero vemos más allá. Cuando yo veo un edificio histórico, me pregunto quién vivía allí, cómo vestía, cómo olía, cómo era la estufa…Veo el humanismo que hay detrás de la estructura fría para crear conciencia en otros. Me llena de orgullo saber que aporté mi granito de arena  para que gente de aquí y del extranjero conozca más sobre Puerto Rico”, comenta el arquitecto, para de inmediato explicar que cumple con ese deber de manera gratuita. La organización solo se sustenta con donativos, que en su mayoría recibe de personas que participan de las rutas guiadas. El dinero es destinado, entre otras cosas, a ayudar a alguna causa comunitaria, cubrir los costos del mantenimiento del portal de Internet de la organización o para el pago del seguro contra accidentes que adquirieron para las caminatas.

Continuamos el recorrido, en el segundo piso de una pizzería en la Calle Fortaleza y de allí al Convento de las Sirvas de María, ambos lugares evidencian la diversidad de losas antiguas que existen en el Viejo San Juan, que comenzaron a utilizarse a finales del siglo 19. Pasamos al Hotel El Convento en la Calle del Cristo, allí está  el Sol Trunco más antiguo  en Puerto Rico, que data de 1883. Al salir de la hospedería, una de las jóvenes del grupo pregunta  por qué la variación del color azul entre en los adoquines del Viejo San Juan. Y aunque ese elemento arquitectónico no forma parte del recorrido, Andrés no tiene reparos en acercarse a la calle, tocar los adoquines y responder que algunos tienen el color más intenso que otros, por el nivel de fundición del hierro con el que fueron hechos los adoquines de escoria de 1891. La ruta termina tras visitar dos hoteles más, cerca de la Catedral de San Juan. Andrés se despide de las muchachas, exhortándolas una vez más a respetar la antigüedad.

En un aparte entre reportera y entrevistado, y sentados en la Plaza de la Barandilla, Andrés comenta que a pesar del corre y corre que puede representar ofrecer estos recorridos, en medio de su trabajo habitual midiendo edificios, vive feliz y satisfecho con la labor que realiza. “Antes yo vivía para trabajar y odiaba las corbatas. Ahora estoy tan feliz con mis pantalones cortos y mis tenis sucias. Me siento libre, me siento mejor. Mi mayor satisfacción es contradecir a todos aquellos que piensan que a nadie  le interesa la historia de Puerto Rico”, puntualiza.

El sol cae en el Viejo San Juan y la conversación casi termina. Entre soles truncos, losas, arquitectura e historia, las ideas de aportación al país por parte de Andrés no cesan. Por el momento, se mantiene trabajando en el primer diccionario arquitectónico puertorriqueño. Más adelante, se propone establecer un museo y una biblioteca sobre arquitectura boricua y hasta quiere presentar un proyecto de ley para que los políticos tomen un curso de historia puertorriqueña antes de ingresar en la gestión pública. Educar, esa es precisamente la labor más importante de Andrés en la actualidad. Seguir contando la historia y que despierte el interés, amplíe el conocimiento y permita a los puertorriqueños valorar y proteger lo que son. “Puerto Rico tiene mucha historia que todavía no ha sido contada y cuando tú utilizas una plataforma para contarla, la gente se multiplica  en curiosidad”.

NOTA del EDITOR: Este artículo es parte de los trabajos finales de los estudiantes del curso COPU 6726 Seminario en Periodismo II,»La veracidad en el relato periodístico» dictado por la Dra. Mirerza González en el segundo semestre del año académico 2015-2016.
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