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Profesora de Trabajo Social gana Premio TRIO Triunfador

Por Naylie Vélez Figueroa
Estudiante Reportera
Oficina de Comunicaciones
Recinto de Río Piedras – UPR

 

Por constituir un ejemplo de superación y éxito para la sociedad puertorriqueña, una  profesora de Ciencias Sociales del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (RRP-UPR), recibió un importante reconocimiento que otorga la Asociación Caribeña de Programas de Oportunidades Educativas.

Al ser la primera persona de su familia en alcanzar un grado universitario y provenir de una comunidad desventajada, Marinilda Rivera Díaz fue galardonada con el Premio TRIO Triunfador en la Categoría Doctoral, que brinda la organización dedicada a promover oportunidades académicas a personas de escasos recursos económicos.

“Ella es un ejemplo de superación que muchos debemos emular”, afirmó la directora del Programa de Apoyo al Estudiante (PSAE), Daphne Martínez Luengo, quien nominó a Rivera Díaz ante la asociación.

Tras participar del programa en la década de los 80, Martínez Luengo consideró que la trabajadora social era la candidata ideal para obtener el premio.

“Su humildad me conmovió”, expresó Martínez Luengo, líder de la iniciativa que ayuda a los estudiantes del campus riopedrense a definir sus metas profesionales y a completar su bachillerato de manera exitosa.

Asimismo, expresó que durante sus años universitarios, Rivera Díaz también fue parte del Programa Ronald E. McNair, considerado otro Programa Trío.

“Además de participar en PSAE, en [el] otro Programa Federal-McNair. Este premio vale por dos”, aseguró.

La trayectoria de la profesora de Ciencias Sociales y su contribución al campo de la salud mental de la isla la hicieron destacarse entre los demás nominados.

“Estamos sumamente orgullosos de la doctora Marinilda Rivera por su éxito profesional, su Premio TRÍO Triunfador y por ser parte de la familia extendida PSAE”, concluyó.

El arte de trabajar por la justicia social

Cuando niña, Rivera Díaz, oriunda del residencial Luis Llorens Torres, siempre imaginó que dedicaría su vida al arte de crear esculturas y estatuas en piedra, mármol, vidrio, metal o madera.

Con el apoyo de su madre y su abuela, desarrolló sus capacidades creativas en la Escuela Elemental María de Pérez Almiroty y, posteriormente, en la Escuela Central de Artes Visuales, ubicada en Santurce.

Luego de graduarse de la escuela superior y ser admitida en el primer centro docente del país, la joven que un día soñó con ser artista descubrió su verdadera vocación: fomentar el bienestar humano y promover un país más justo por medio del trabajo social.

“Cuando estaba en la Central, yo quería seguir en las artes. Tenía esta idea de que quería ser escultura”, recordó entusiasmada la sanjuanera, quien se graduó del sistema público de enseñanza en la década de los 90.

No obstante, su deseo de ser artista quedó pospuesto porque, al provenir de una familia de escasos recursos y ser la primera persona de su núcleo en cursar estudios universitarios, sus opciones eran “la Universidad de Puerto Rico o la Universidad de Puerto Rico”.

En 1993, entró a lo que consideraba “la torre de los inteligentes” con la idea de convertirse en abogada y combatir la desigualdad. Sin embargo, dos años más tarde entendió que, por medio de una carrera en Ciencias Sociales, podría luchar por la justicia colectiva.

“Yo definí mi carrera universitaria cuando entré a la universidad, precisamente por unos programas que eran los programas TRIO”, explicó la egresada de la UPR de Río Piedras.

El  Programa de Apoyo al Estudiante y el Programa Ronald E. MCNair, creados bajo el Título IV de Ley Federal de Educación Superior, le ofrecieron servicios de mentoría y acompañamiento para poder definir su futuro.

Bajo la mentoría de Elba Acevedo, Manuel Febre y otros docentes, Rivera Díaz logró adquirir su titulación como trabajadora social.

Para la investigadora, las experiencias que adquirió como estudiante del primer centro docente del país la ayudaron a construir el ser humano que es hoy.

“La universidad se hace parte de la vida de uno”, comentó la profesional de salud mental.

Asimismo destacó que, por medio de los estudiantes que son primera generación, la universidad se torna accesible para los miembros de familias que viven en sectores empobrecidos.

“El proyecto de la universidad es un proyecto que tiene que mantenerse accesible a todas las clases sociales, particularmente a jóvenes de primera generación […] Es una oportunidad no sólo para el estudiante, sino una familia y una comunidad entera”, enfatizó.

Una vida llena de triunfos

A lo largo de su carrera, Rivera Díaz ha sido distinguida por su gesta académica, investigativa y comunitaria. Desafiando sus circunstancias, logró una maestría en Trabajo Social con concentración en Bienestar del Niño de la Universidad de Illinois y un doctorado en Administración y Política Social de la UPR.

Mientras cursaba sus estudios doctorales, fue recipiente de la distinguida beca del Consejo de Educación de Trabajo Social de los Estados Unidos y del Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH, por sus siglas en inglés).

En el 2012, logró completar un postdoctorado en materia de estigma y el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), subvencionado por el NIMH.

Entre las investigaciones que han marcado su vida, la profesora destacó dos iniciativas: una relacionada a la salud mental de la niñez en Puerto Rico y otra sobre el estigma que sufren los pacientes de VIH.

“Han sido dos temas que a mí me han tocado muchísimo, muchísimo, muchísimo… vinculados a la salud, pero también a poblaciones que usualmente son invisibilizadas”, afirmó.

En el caso del primer estudio mencionado, Rivera Díaz indagó sobre las enfermedades de salud mental crónicas que sufren los niños y niñas en la isla. Esta investigación quedó plasmada en su primer libro “Ciudadanos invisibles: niñez, política y salud mental en Puerto Rico”, publicado en el 2014.

No obstante, la especialista en salud mental afirmó que, aunque su investigación sobre el estigma que sufren las personas infectadas con VIH en Puerto Rico abarcó distintas poblaciones, esta iniciativa constituye una importante aportación para la comunidad inmigrante.

“Yo estuve trabajando con tres grupos de pacientes con VIH: uno de mujeres que estaban infectadas, otro de hombres que se habían infectado por tener relaciones sexuales con otros hombres sin protección y otro grupo de hombres que se había infectado por el uso de drogas intravenosas”, explicó.

No obstante, aseguró que el grupo de mujeres marcó su vida de una forma distinta, pues pudo trabajar con dos mujeres dominicanas y una haitiana-dominicana que se habían mudado a Puerto Rico.

“Las experiencias de esas mujeres fueron bien fuertes en torno a experiencias migratorias: cómo migraron, por qué decidieron venir a Puerto Rico, cómo habían sido infectadas por compañeros aquí”, agregó.

Asimismo, resaltó que sus vivencias al trabajar con esas mujeres la motivaron a realizar otras investigaciones para ayudar a las mujeres inmigrantes.

“Yo salí de ese grupo y esa misma tarde comencé a hacer una búsqueda de qué se había hecho en Puerto Rico con relación a las mujeres inmigrantes que vivían con VIH. Para mi sorpresa, las investigaciones que se habían hecho, más reciente, eran de principios del 2000 por la doctora Blanca Ortiz”, añadió.

Rivera Díaz ha colaborado de manera activa con múltiples organizaciones profesionales, académicas y comunitarias relacionadas a la lucha por los derechos humanos y el derecho a la salud. Entre ellas, destaca la Alianza de Salud para el Pueblo, el Consejo Multisectorial de la Salud en Puerto Rico y la Asociación Latinoamericana de Medicina Social.

En el 2016, obtuvo el distinguido Premio Raquel Seda, otorgado por el Colegio de Profesionales del Trabajo Social en Puerto Rico.

Asimismo, ha recibido otros reconocimientos de la mano de otros compañeros de la Alianza de Salud para el Pueblo, tales como Medalla Dr. Ramón Emeterio Betances y la Medalla Martin Luther King Jr.

La profesora aprovechó la oportunidad para destacar que los Programas TRIO son importantes para el desarrollo educativo de más de un centenar de jóvenes puertorriqueños.

“Este es el mejor momento para yo reafirmar que, a estos programas, la Universidad les tiene que dar prioridad. Se tienen que comprometer. Mi historia puede ser la historia de miles de jóvenes”, puntualizó.

 

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