Luego de 51 años de labor, se retira el Registrador del recinto riopedrense de la UPR
- Fecha 22/12/2021
Por Génesis Dávila Santiago
Periodista
Oficina de Comunicaciones
Recinto de Río Piedras – UPR
Tras una mascarilla de gallito, unos anteojos y un sinnúmero de historias se nos revela quien ha dedicado poco más de medio siglo a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP).
A pocos días de oficializar su retiro, Juan Aponte Hernández revive con nostalgia muchas de las experiencias que el puesto de registrador le rescatan de la memoria, incluyendo un cambio en su identidad.
“Yo he perdido mi nombre… Todo el mundo alrededor mío lo único que me dice es ‘registrador’”, comenta con la satisfacción de que el servicio ofrecido por más de tres décadas en la universidad sea su mayor distintivo.
De los 51 años en los que ha trabajado en la UPR-RP, Aponte Hernández dedicó 34 años a la función de registrador, convirtiéndose en la persona con más años en ese oficio.
Esta labor le sirvió para ser testigo de los cambios más trascendentales de la universidad, digitalizar expedientes para que pudieran ser accedidos desde internet y exponer toda la información que tuvo al alcance para que las personas conocieran la historia de la UPR-RP.
Por tal razón, su oficina permanece rodeada de pasillos con imágenes e información histórica que él ha preparado durante su tiempo libre. Entre las historias que más disfruta narrar se encuentra la de la campana universitaria que marcaba la hora cuando aún el campus carecía de electricidad. Según él, este artefacto quedó enterrado con la construcción de unos edificios, aunque fue descubierto luego.
Un transcurso lleno de retos
Cuando Aponte Hernández, a sus 18 años, se convirtió en el primero de siete hermanos en entrar a la UPR, nunca imaginó que su alma mater sería también su lugar de empleo por cinco décadas. No obstante, la ruta que desembocó en esa larga trayectoria estuvo llena de desafíos que recuerda con claridad.
Un 23 de mayo, cuando apenas llevaba un año en la universidad, salía de un examen de Biología cuando supo que su padre había fallecido. Tuvo la intención de dejarlo todo a un lado para encargarse económicamente de su familia, pero fue entonces cuando se le ofreció una plaza de verano en el campus. Continuó su bachillerato de noche, mientras de día trabajaba en el recinto, y cinco años más tarde obtuvo una plaza regular.
Cual si fuera un anticipo de lo que sería su destino, Aponte Hernández recuerda las palabras de una decana de la Facultad de Ciencias Naturales durante la década del 70: “Es que tú debes ser registrador, tu tienes esa magia”, pero le inundaba la inseguridad de saber que todos los registradores, hasta entonces, habían sido docentes, y él no. En enero de 1987, se convirtió en el primer registrador no docente.
De ahí que recuerde con añoranza su trayectoria como registrador. Ahora, con la mirada humedecida, reflexiona sobre aquellos sueños hechos realidad: “Yo no pensaba 51 años atrás que todos los sueños de servir se iban a cumplir de esta manera”.
No obstante, durante sus años de servicio universitario, se encontró también con grandes retos a causa de la tecnología del momento y de los contextos históricos del país.
“Como registrador, yo he tenido que estar en procesos cuando ha habido disloques, huelgas, cierres en la universidad y en este recinto. Las cosas, ahora con Internet, son más cómodas, pero cuando aquí toda la matrícula era a mano, nosotros procesábamos de noche, en medio de las huelgas… Sobre todo de las huelgas del 81 y 82…, se hacía la matrícula y nosotros teníamos que recoger unos documentos, meterlos en unas cajas e irnos a facilidades fuera del recinto para procesar la matrícula de esa noche a mano”, recuerda aludiendo a sus tiempos de ayudante de Registrador antes de asumir el puesto principal.
Hacia nuevas rutas
Cuando intentó describir un día cotidiano en su oficina, no pudo ofrecer solo una respuesta. Asegura que le gusta tener estructuras, pero el tiempo le enseñó que su labor estaba atada a una oficina donde las situaciones imprevistas eran frecuentes. De manera que aprendió a dejar un espacio en la agenda para aquellas circunstancias que podían cambiar sus planes en cualquier momento del día.
Ahora, se prepara para una nueva etapa y, el espacio en su agenda tomó un nuevo giro, pues esta vez no tiene el detalle de cada paso que dará tras su retiro. Sin embargo, asegura de forma jocosa que su esposa sí le tendrá una agenda que involucra dedicarse más tiempo como pareja.
Asimismo, detalló que no se imagina totalmente inactivo, que desea leer, visitar familiares y mantenerse en contacto con la UPR-RP para que quien necesite su ayuda, sepa que estará disponible.
Es con gran nostalgia que Aponte Hernández se lleva la satisfacción de haber obsequiado lo mejor de sí para el progreso de la universidad y reconoce que es momento de tomar un nuevo camino para dar espacio a que otras personas aporten lo mejor de sí mismos también.
“Todos tenemos que cerrar páginas y descansar y darle la oportunidad a otro. Lo más importante es que la universidad siga y (en) eso pues cada uno tiene una gotita que hacer”, reflexiona.
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