Escuela Graduada de Planificación investiga el estado de las playas tras el impacto de huracanes
Brian Miranda Matta
Reportero
Oficina de Comunicaciones
Recinto de Río Piedras – UPR
Foto de archivo
Las playas son un principal atractivo turístico en nuestro país. Sin embargo, su importancia va más allá de su potencial recreativo. En Puerto Rico, las zonas costeras sirven como un hogar para diversas especies y como una barrera natural que amortigua las inundaciones costeras. Ante la necesidad de garantizar que las playas continúen protegiendo a la comunidad, el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) otorgó una subvención de $499,999 a la doctora Maritza Barreto Orta para realizar –durante dos años– un proyecto investigativo para comprender y evaluar los peligros del cambio costero que enfrenta la isla, particularmente tras el impacto de los huracanes del 2017 y 2022.
El proyecto titulado Development of Coastal Change Capacity in Puerto Rico tiene el propósito de identificar –en diez municipios costeros– cómo se manifiesta actualmente la erosión y el cambio en el ancho de playas luego del paso del huracán Fiona en 2022. La investigación integra imágenes de alta resolución, análisis geoespacial y visitas de campo como herramientas para examinar la evolución de las costas entre 2018 y 2023. Acorde con la doctora Maritza Barreto Orta, el estudio es importante porque las playas en el país están enfrentando cambios sumamente rápidos. “Si vamos a tomar decisiones de planificación para salvar vida y propiedad no podemos hablar o tomar decisiones basados en datos viejos”, aseguró la docente.
Durante el pasado semestre, el doctor Kevian Pérez Valentín estuvo a cargo de la evaluación costera en las playas de Dorado, Loíza e Isabela. Según los datos preliminares, el aumento en la erosión propició que segmentos de las costas del municipio de Dorado pasaran de arenosas a rocosas y que se disminuyera la vegetación en la zona. En consecuencia, tanto en Dorado como otros pueblos alrededor de la isla se ha comenzado a manifestar –durante los últimos cinco años– una reducción en el ancho de las playas.
Según explicaron los investigadores, los datos que se obtengan al finalizar el estudio se utilizarán para apoyar a la doctora Legna Torres en la creación de un modelo de inundaciones costeras para identificar la exposición y vulnerabilidad que enfrentan las comunidades costeras –y los servicios que allí se proveen tras el paso de eventos atmosféricos. “Estamos generando ciencia para la gente”, enfatizó Barreto Orta, quien resaltó la colaboración de las estudiantes Samiris Suleiman y Brittany Ubiñas, adscritas a la Escuela Graduada de Planificación del recinto riopedrense la UPR.
Por otro lado, la información que se adquiera a través de la investigación también permitirá actualizar un inventario de playas generado por la doctora Barreto Orta y su equipo de trabajo. Durante el pasado año, la docente presentó un inventario –utilizando datos de 2018– que reflejó la existencia de 1,285 playas en Puerto Rico. Según estableció la educadora, el informe registró 60 playas más que en 2010 dado el surgimiento de un fenómeno de “fragmentación” en las mismas. “Tenemos más playas, pero no podemos verlo como cien por ciento buenas noticias porque lo que está pasando es que la arena se está redistribuyendo”, explicó Barreto Orta. Asimismo, a través de la actualización del inventario, se aspira a promover nuevas investigaciones que analicen en detalle cuáles son los tipos de playa que existen en el país, cómo se manifiestan sus cambios en el tiempo y cuánta seguridad ofrecen a los bañistas, entre otros datos.
La investigadora aseguró que el cambio climático, la erosión y la deficiente planificación en las zonas costeras son factores que propician que el país comience a perder sus playas. Por tanto, ella propone que mediante la Universidad de Puerto Rico podrían generarse proyectos científicos que permitan monitorear –a largo plazo– el estado de las playas y desarrollar políticas públicas en favor del ambiente. “Todavía estamos a tiempo para cambiar la manera en que se planifican las costas, y hacerlo basado en la ciencia. ¡Los datos están! Así podríamos frenar aquellos impactos que pudieran afectar vida, propiedad y los balances en los ecosistemas marinos”, concluyó Barreto Orta.