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Dos universitarios ejemplifican la valía y resiliencia de la Clase 2024

Brian Miranda Matta
Reportero
Oficina de Comunicaciones
Recinto de Río Piedras – UPR

Fotos Alberto Aponte

Cada año, la Universidad de Puerto Rico (UPR) gradúa a miles de alumnos cuyas historias de superación personal y académica demuestran el poder transformador de la educación. En la recién colación de grados no fue la excepción. Entre los graduandos que desfilaron por el Coliseo José Miguel Agrelot podrían destacarse dos historias que ejemplifican la resiliencia de la clase 2024: Blanca Pabón Pagán, una adulta mayor quien tras su jubilación pudo realizar estudios subgraduados, y Felipe N. Flores López, un joven ciego que desafió diversos retos hasta completar su sueño de estudiar Derecho.

Un sueño que trasciende la edad

Blanca Pabón Pagán, de 73 años, siempre anheló estudiar en la UPR. Sin embargo, la crianza que recibió y las circunstancias de la vida la llevaron a priorizar la familia y su trabajo como secretaria. Según rememora, cada vez que transitaba por la avenida Ponce de León se detenía a observar el recinto con la esperanza de que al menos sus hijos y nietos pudieran estudiar en la universidad. “Yo pasaba por frente a la IUPI, miraba esa torre y decía: ‘Yo no pude estudiar ahí, pero mis hijos van a estudiar ahí’. Eso me llenaba de esperanza y fortaleza”, explicó Pabón Pagán.

En 2013, su nieta Gabriela Rosado Díaz completaba sus últimos cursos de bachillerato y recordó haber escuchado sobre el anhelo de su abuela. Por lo cual, convenció a doña Blanca para que la acompañara a participar como oyente en un seminario en el recinto. A partir de esa experiencia, la nieta vio el entusiasmo de su abuela y la motivó a ingresar al Programa de Educación Continua para Adultos (PECA). Así, inició una travesía que –dos años más tarde– animó a doña Blanca a realizar estudios subgraduados en la Facultad de Estudios Generales.

Durante su trayectoria, Pabón Pagán tuvo que enfrentar diversos retos que incluyeron un diagnóstico de cáncer, la pandemia y la brecha digital. Sin embargo, perseveró hasta completar su grado con honores y escribir su jornada educativa a través de una tesis. “Esto no lo hice como para yo trabajar. […] Esto lo hice para mí, para yo saber que lo pude lograr”, afirmó Pabón Pagán con alegría.

Días antes de su graduación, doña Blanca –nacida en Vega Baja– reflexionó con gratitud sobre el logro alcanzado. Gracias a la IUPI tuvo la oportunidad de realizar viajes académicos a México y Costa Rica, se sobrepuso a las barreras del inglés y reconoció que pasar dos clases con “C” no es limitación del aprendizaje. Desde otra perspectiva, Pabón Pagán identifica que su mayor satisfacción consiste en poder ser un ejemplo para otros adultos mayores, así como para sus hijos y nietos. “Que ellos vean que, si abuela pudo, yo también puedo estudiar”, enfatizó Pabón Pagán.

Mientras doña Blanca participó en entrevistas y reconocimientos, su nieta Gabriela Rosado Díaz la observó conmovida por el orgullo. Acorde con Rosado Díaz, el logro de su abuela representa un modelo de perseverancia, sanación y superación personal ante las limitaciones sociales y económicas. Más aún, tomando en consideración que doña Blanca se transforma en la segunda mujer que completa un grado universitario en la familia. “Lograrlo a su edad y hacerlo no solo por ella, sino por todas las generaciones de mujeres de nuestra familia que no lo pudieron lograr es un hito importante que ahora las dos compartimos”, comentó Rosado Díaz, quien también aseguró que la maternidad le ha permitido comprender y valorizar los sacrificios que ha realizado su abuela a lo largo de su vida.

Una meta que no conoce fronteras

Felipe N. Flores López, de 30 años, comenzó a vislumbrar la idea de estudiar leyes desde la infancia. No obstante, decidió lanzarse a cumplir esa meta tras completar su maestría en Consejería en Rehabilitación. Su ingreso a la Escuela de Derecho coincidió con el inicio de la pandemia en 2020. Por lo cual, la educación a distancia se transformó en su primer reto. Desde la virtualidad, las plataformas y los materiales necesarios para estudiar resultaban inaccesibles para personas con impedimento visual. Asimismo, la carencia de documentos digitalizados hizo que Flores López tuviera que depender de terceros para poder estudiar. “Aunque tenía el tiempo para hacer las cosas, no las podía hacer porque no había recursos que me brindaran la oportunidad de realizarlas”, identificó Flores López.

El desafío de la virtualidad le hizo considerar quitarse de sus estudios, mas decidió perseverar puesto que se considera una persona que busca ser consistente en sus decisiones. Sin embargo, cuando todo parecía retornar a cierta normalidad, Flores López tuvo que afrontar la muerte de su madre. El inesperado fallecimiento aconteció pocas semanas antes de iniciar los exámenes finales de su semestre. Por segunda ocasión, el universitario pensó darse de baja de sus clases. “Ese semestre, una de las opciones era quitarme por completo, pero mis compañeros no me lo permitieron”, explicó Flores López.

Según recuerda el universitario, la pérdida le produjo un dolor inefable, mas nunca se sintió solo. Su novia y sus compañeros de clase se transformaron en su principal soporte académico y emocional. Además, la empatía que le ofrecieron sus profesores representó una fortaleza indispensable para continuar. “[Mis profesoras] fueron vitales en ese proceso al ser empáticas y enseñar no tan solo con la materia que te impartían, sino con su forma de ser. Con gestos como esos yo aprendí más sobre el Derecho”, expresó Flores López, tras agradecer que sus docentes no le vieran como un número de estudiante más en la sala de clases. 

Flores López compara su travesía con escalar una montaña. No resultó sencillo establecer un balance entre su duelo, sus clases nocturnas y su trabajo como maestro de jóvenes ciegos en el Departamento de Educación. Sin embargo, completó su grado académico con honores y ya se prepara para tomar la reválida en septiembre con la aspiración de ser abogado en el campo penal. Por lo cual, considera que la UPR ha sido pieza fundamental para cumplir sus metas y darse la oportunidad de lanzarse a nuevos y mayores retos. “Estudiar en la IUPI es de las cosas más bonitas que te pueden pasar en la vida. Para mí, estudiar en la mejor institución en Puerto Rico –de donde salen los mejores profesionales– es un privilegio”, puntualizó Flores López, quien recibió un reconocimiento especial en el día de logros de la Escuela de Derecho.

Blanca Pabón y Felipe Flores –en sus respectivas entrevistas– enfatizaron sobre la importancia de estudiar. La edad y la diversidad funcional no fueron impedimentos para alcanzar sus metas académicas. Hoy, ambos graduandos son testimonio de la valía de la clase 2024, así como del ímpetu de la UPR para construir un país transformando miles de vidas todos los días.

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