
Cruzada desde la ciencia contra el cambio climático
Por Mario Alegre Barrios
Oficina de Comunicaciones
Más allá del estereotipo del científico distante, abstraído, aislado en su torre de marfil y casi sin contacto con el resto del mundo, las investigadoras Dalice M. Piñero Cruz, Liz M. Díaz Vázquez, Camila Morales Navas y Kariluz Dávila, y sus colegas Jorge L. Colón y Néstor Carballeira, son personas con un profundo sentido de pertenencia con su comunidad, con sueños, ilusiones, pasiones y preocupaciones similares a las de usted, que lee estas líneas
Entre las cosas que los unen —además de su pasión por la ciencia, como profesores e investigadores en el Departamento de Química de la Facultad de Ciencias Naturales del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico—, está su preocupación compartida —como ciudadanos y científicos— por el cambio climático y los devastadores e inexorables efectos que cada día son más evidentes en todos los espacios de nuestro entorno, tanto en ámbito local como en el internacional.
La reciente obtención de una subvención de $5 millones de parte del Departamento de Educación Federal para la creación del Centro para la Resiliencia al Cambio Climático de la Universidad de Puerto Rico (UPR-CRCC) como fruto de una propuesta sometida por estos científicos, responde “a la necesidad apremiante que tenemos en el Departamento de Química —y en la misma universidad— debido a todos los eventos por los que hemos pasado desde el 2017 han trastocado la continuidad de nuestro quehacer, tanto en la investigación como en la educación”, dice la Dra. Díaz Vázquez, quien asevera que le “apasiona estar viva, con todo lo que eso implica: los altibajos, los retos y las bendiciones… mi familia es mi alma, y mi hija es mi motor, la razón por la que lucho cada día. Ella me recuerda el valor de la esperanza, la fe y el amor incondicional.”
“Ya habíamos hecho diversas propuestas que atienden varias de esas necesidades —añade—, pero esta propuesta fue la perfecta para atender los problemas con la infraestructura del recinto”.
“Esta es la incuestionable realidad del cambio climático, que ya llegó y tenemos que hacer lo que estamos haciendo como parte de ese esfuerzo colectivo de readaptación y resiliencia que nos permitan continuar funcionales de la manera más eficiente posible”, agrega por su parte el Dr. Colón. “Sin duda cinco millones parece una cantidad enorme, pero es poco para resolver todos los retos que enfrentamos”.
La Dra. Díaz Vázquez apunta que “esta es la semilla para comenzar el proceso… nuestro departamento es el que más secciones de laboratorio ofrece en el recinto: 130 y quisiéramos que todos nuestros laboratorios, tanto académicos como de investigación tengan la capacidad de continuar funcionando sin interrupciones, independientemente de los huracanes y apagones que tengamos en el país, con electricidad, agua y comunicaciones”.
Añade que, ante la necesidad de optimizar los recursos de esa subvención, se identificaron sitios estratégicos en varias áreas de la Facultad de Ciencias Naturales y el edificio “Facundo Bueso” para que los laboratorios —aunque no sean todos— puedan seguir operando a toda su capacidad en caso de un evento que afecte la continuidad de los servicios esenciales.
“Necesitamos que el único lugar para trabajar en una situación así no sea únicamente el edificio de Ciencias Moleculares”, asevera. “Esto no da abasto para que todas las investigaciones que hay en proceso sigan su curso y evitar irreparables pérdidas de tiempo y trabajo. Además, en Ciencias Moleculares solo se hace investigación, no se dan clases y necesitamos también esa estabilidad para la impartición de cursos”.
Todo esto ha dado como resultado el nacimiento del Centro para la Resiliencia al Cambio Climático, “que tiene como misión transformar la infraestructura educativa y de investigación en química en Puerto Rico, fortaleciendo las capacidades de resiliencia ante el cambio climático mediante: espacios equipados con infraestructura de sostenibilidad hídrica y eléctrica, programas educativos innovadores, con intervenciones a nivel curricular en los programas subgraduados y graduados de la UPR y con un enfoque en el desarrollo de habilidades de resiliencia en la comunidad, integrando estudiantes y miembros de la comunidad en experiencias de investigación y aprendizaje práctico”.
El lapso establecido por el Departamento de Educación Federal para la inversión de los $5 millones de la subvención en la creación del Centro para la Resiliencia al Cambio Climático es de cuatro años, plazo que comenzó el pasado primero de noviembre.
Como parte de esta iniciativa, se crearán o rehabilitarán espacios idóneos para que estudiantes y profesores continúen con sus agendas académicas y de investigación, aun cuando el recinto se vea afectado por la suspensión de la energía eléctrica o la falta de agua, “y también habrá espacios para la comunidad externa y dar a sus miembros talleres y prestarles equipo para, por ejemplo, monitorear la calidad del agua”, dice la doctora Díaz Vázquez. “Este centro no solo fomentará la investigación avanzada en temas de cambio climático, sino que también desarrollará un sentido de pertenencia y bienestar en los participantes, contribuyendo a la equidad y empoderamiento de nuestra comunidad”.
Ante la magnitud de los estragos del cambio climático —ascenso en las temperaturas, aumento de la fuerza y frecuencia de los huracanes, inundaciones, aumento de los niveles del mar en las costas y su obvia erosión, por ejemplo— para el doctor Colón, aunque hay poco espacio para el optimismo y la recuperación de los ecosistemas, “sí hay oportunidad aún de hacer algo para no tener las peores consecuencias”.
“Sabemos ya que esto está ocurriendo, pero se puede poner mucho peor”, asevera este “amante de la salsa, los mojitos, la música de bomba y plena, el jazz (sobre todo el latino)”. El Dr. Colón también es un ávido lector de leer “buenos libros (novelas, de política y de historia), así como de “jugar con mis nietos, caminar en la playa junto con mi esposa, luchar codo a codo con ella por un Puerto Rico y un mundo mejor, compartir con nuestras cuatro hijas y nuestros dos nietos”.
“La sociedad en general está en negación”, dice por su parte la Dra. Piñero, quien asegura tener en sus dos hijos y su esposo “mi mayor pasión… me apasiona mi familia entera, el recuerdo de mi madre, el arte culinario tanto de cocina internacional como de cocina puramente criolla… soy amante de nuestra música latina, de la salsa, la balada, la música jíbara, el jazz, el rock, y todo lo que es música afrocaribeña como la bomba y la plena… sueño con aprender a bailar bomba”.
“Nuestra área geográfica ya está siendo severamente afectada, sobre todo en las zonas costeras”, añade. “Estamos en negación porque se siguen promoviendo proyectos que incrementan las huellas de carbono en el ambiente, con las consecuencias que ya conocemos. Detrás de todo eso hay un poderoso interés económico. Nosotros hacemos lo que está a nuestro alcance: educar y preparar a profesionales que el día de mañana, desde la ciencia, se inserten en la creación de política pública que trabaje en favor del ambiente. Necesitamos estudiantes interesados en esto, pero también es vital tener la infraestructura adecuada para darles la formación que requieren”.
Por su parte, la doctora Dávila señala que “además de científicos y profesores, también somos madres y padres, que queremos un mejor futuro para nuestros jóvenes”.
“Me apasiona el servicio, mi país, su gente, me apasiona la educación de calidad, asequible, transformadora”, agrega. “Pero sobre todo me apasiona dedicarle tiempo a mi familia y estar presente para ellos. Me encanta viajar, conocer culturas, lugares diferentes y la gente. También hablar con otros y conocer sus historias. Tengo la certeza de que debemos ofrecerles la mejor educación, tanto para su bienestar como para que sean parte de la solución a los desafíos que enfrentamos. Nos mueve el sentido del deber, no solo con nuestra prole, sino también con Puerto Rico. Se trata de que nuestro quehacer no se detenga, porque actualmente somos muy vulnerables. Se va la luz o el agua en el recinto, de la noche a la mañana tenemos que movernos a métodos alternos que no funcionan cuando de investigaciones y laboratorios se trata. Confío en que esta propuesta nos ayude a crear estos salones y laboratorios resilientes para tener continuidad y dar a nuestros estudiantes lo que merecen y, a nuestro país, lo que necesita”.