
¿Qué aprendemos de una compañía de teatro como Y no había luz?
Por Joaquín Octavio
Las raíces
La compañía multidisciplinaria Y no había luz (YNHL) vuelve a Río Piedras, su primera casa. Todos sus integrantes pasaron sus primeros años de formación artística entre dos espacios de este histórico sector: la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras y el teatro-estudio Yerbabruja. La conferencia «Una mirada interna de un grupo de teatro”, coordinada por el Dr. Mario Roche, director del Programa de Estudios Interdisciplinarios, es la primera de una serie de actividades que le presentarán a la comunidad universitaria el trabajo de YNHL. La compañía está integrada por Francisco Iglesias, Julio Cesar Morales, Nami “Beba” Helfeld, Yari Helfeld y Yussef Soto Villarini.
El misterio
Para la Dra. Carola García, una de las interlocutoras del grupo, el concepto “uncanny” (ominoso) es la descripción ideal para el trabajo de YNHL; está lleno de un misterio que se mezcla con la cotidianidad. El término “uncanny” del psicoanalista Sigmund Freud, alude a la sensación peculiar que se origina cuando algo resulta familiar y extraño a la vez. “Siempre que veo un trabajo de Y no había luz me remite a ese lugar ambiguo, abierto a múltiples posibilidades; a veces grotesco, misterioso, poético, bellísimo, que me sorprende, y del cual sigo nutriéndome”. García también enumeró aquellas figuras que aportaron a la formación de la compañía: “Y no había luz se nutre de las enseñanzas y provocaciones de Rosa Luisa Márquez, Petra Bravo, Viveca Vázquez y Deborah Hunt, quien extendía la formación de muchos artistas más allá del campus y más allá de la norma durante más de una década desde Yerbabruja.”
Julio Morales, se remontó a la época en la que estudió en el Departamento de Drama para contar cómo se gestaría la compañía. “Teníamos muchos deseos de montar piezas originales, de investigar posibilidades de espacios alternativos. Era una época en la que los estudiantes tenían un gran poder de convocatoria”. En aquel momento, Julio y Francisco Iglesias tomaron un taller intenso de 9 meses de creación con Deborah Hunt. Como parte de ese taller, realizaron un montaje titulado Babayaga, basado en un cuento folclórico ruso. En este montaje, Hunt invocaba un anochecer en el bosque exclamando la frase “¡y no había luz!”. Esta frase se quedó con Francisco y Julio. Era una clave de cómo expresar algo tan simple como “cae la noche” con un toque de rareza.
Fragilidad y fuerza en la creación
La profesora Sylvia Bofill, otra interlocutora de la compañía, le pidió a los integrantes de la compañía que hablaran sobre el proceso de montaje. Esta compañía emplea un método de trabajo, que si bien no es nuevo, es poco practicado hoy día: la creación colectiva. El grupo no cuenta con un director creativo, ni con un director de escena. Este ha sido uno de los retos más grandes a los que se han afrontado durante estos diez años.
Yari Helfeld, bailarina, actriz y educadora, abordó este asunto: “Nosotros no lo decidimos, simplemente fue surgiendo esto de no tener un director. Estábamos juntos, tirábamos las ideas al medio. Se exploraba, se trataba siempre de seguir. Si había uno que tuviera una buena idea, pues se seguía la idea sin importar quién la dijo. Con el tiempo nos dimos cuenta de que esta es una gran fortaleza y que no se vive así afuera. En los trabajos normalmente no pasa eso. Ninguno de nosotros quería un trabajo normal en el que tuviéramos que seguir instrucciones, o seguir a un director estrictamente. Queríamos el espacio de pensar las cosas y tomar decisiones. Y no tomar decisiones por tener la autoridad, sino para mantener ese reto de seguir investigando de mantenernos en una búsqueda. Esta es nuestra mayor fortaleza, pero es también nuestro punto frágil”. Yari reconoció que esta metodología provoca que los procesos demoren más que cuando una sola persona toma todas las decisiones. Sin embargo, Yari encuentra que es preferible asumir este reto para no limitarse a una sola visión. Sus piezas, todas originales, son el producto de muchas miradas, y de cohesión entre visiones. “Cada uno funciona como un radar que capta las ideas que fluyen constantemente a nuestro alrededor”.
Dramaturgia y mito
Sylvia Bofill destacó el carácter mitológico que tienen muchas de las piezas de la compañía. Y los invitó a reflexionar ¿a qué se debe? ¿Cómo se articula este tipo de dramaturgia? El mito nos trata de explicar algo que ocurrió en un pasado tan remoto que ni siquiera existía el tiempo. Los sucesos míticos no obedecen las normas de la realidad, sino que dieron paso a que comenzaran a existir.
A Julio le atrajo esta cuestión, como lectura, pero reconoció que es algo que no se propone la compañía de antemano. Para el titiritero e ilustrador de cuentos para niños, estas sensaciones originarias son el resultado de una exploración de las características esenciales de los materiales: distintos tipos de tela, cartón, papel, hilos, entre otros. “En el proceso de exploración, hay momentos donde se descubre algo. Se está jugando con la tela y la tela hace algo que nos asombra a todos. No tengo idea de qué significa, pero todos tenemos la sensación de que nos está comunicando algo, de que hay un misterio de cómo se está comportando la tela con el viento. Hay muchas de de las escenas dentro del teatro que hacemos que están abiertas a la interpretación porque queremos que ustedes también experimenten esa sensación de asombro y múltiples interpretaciones que tuvimos nosotros”
Siguiendo la propuesta de Julio, podríamos imaginar que los materiales en bruto son la existencia antes del tiempo, antes de la creación de los mundos completos que elaborarán para cada pieza. Cada mundo tiene su historia, y la dramaturgia de Y no había luz siempre incorpora algo de antes del origen, de la materia a la vida. Una reflexión de la vida del objeto en el escenario siempre nos remite a una reflexión sobre la vida del ser humano en el mundo.
El clown, educador y titiritero, Francisco Iglesias, destacó la importancia que tienen los ritos para la compañía. “En nuestro trabajo, como con el títere y la máscara, hay muchos ritos. Aunque no se hable mucho sobre esto, existe. A la hora de meterte, de crear y de transformar esos objetos está esa línea bien presente” Yussef Soto, actor, titiritero y músico, agrega que el acto de construir una máscara es un ritual donde se gesta el misterio. “Ese primer contacto con el papel maché crea una apertura para la paciencia. Uno tiene que ser bien paciente. Es un proceso bien extraño. Comienzas moldeando el barro, luego vas a la pega y las capas de periódico y pasas horas muertas. Y en esas horas se activa el “uncanny” (todos ríen) Entonces, empiezan una serie de diálogos, cargados por las horas que llevas ahí. Eso también forma parte de nuestro trabajo”.
El sentido de la vida
Entrenar, hacer calentamientos antes de ensayar, sacar y guardar las máscaras y los títeres, formar un círculo para tomar decisiones; la compañía sigue muchos rituales con paciencia. El rito es una manera de darle sentido a la vida. Sí, esta compañía creadora de muñequitos extraños se mete en aguas profundas. Mito, ritual, y ahora ¿también filosofía? No lo duden.
“Después del primer proceso de jugar, de explorar, y tiramos todos los cartuchos para probar todo, viene el momento más intenso: el momento de decidir qué queremos decir, por qué, qué sentido tiene y de qué sirve. Ahí tú vienes a los planteamientos filosóficos de la vida: por qué existimos, qué sentido tiene que estemos vivos, para qué… y nos damos cuenta, que al igual que el arte, nada sirve para nada, nada tiene sentido y por lo tanto (algunos en el público ríen ante la despreocupada fluidez con la que Yari dice esto). Eso no es negativo, al revés, estamos en un espacio más oscuro de lo que pensamos así que podemos crear lo que sea. Esa libertad de poder crear lo que sea nos permite escuchar nuestro corazón y tratar de hacer algo genuino, honesto, y que exprese una sensación. Por eso nuestros trabajos no tienen moralejas como no a las drogas, no al bulling. Es más un teatro de sensaciones.”
Sensaciones post-conversatorio
Salgo del conversatorio lleno de sensaciones, provocado. Pienso en la vida de la materia en el teatro de Y no había luz, en el material que más ha utilizado esta compañía durante estos diez años: el papel de periódico. En el papel maché de Deborah Hunt, y de compañías como Y no había luz, Agua sol y sereno, Papel Machete, y tantos otros que emplean esta técnica, habitan todas las noticias de nuestro país. ¿Cuántos rostros de políticos han sido convertidos en mejores modelos de títeres? ¿Cuántas veces la palabra crisis ha sido empapelada y transformada en un objeto maravilloso? Se me antoja pensar que todas esas largas horas empapelando barro, poniendo capas y capas de periódico, han servido como una pequeña redención de nuestra historia.
El Dr. Dorian Lugo, moderador del conversatorio, trajo a colación el tema de la autogestión y la gestión cultural, temas que cobran más relevancia en el país y atendidos en el Programa de Estudios Interdisciplinarios. Este quizá sea uno de los aspectos a los que haya que seguirle la pista. Resulta necesario diseminar nuevos modelos de trabajo, de educación y de producción. Es esto precisamente lo que provoca cambios en un país. Aceptemos la provocación de Y no había luz, y dejemos de seguir instrucciones sólo porque se nos exige que las sigamos. Cuestionemos las maneras de hacer, y de crear. No sigamos el modelo de esta compañía, probablemente no nos servirá, porque no fue concebido para nosotros. Pero busquemos nuestro camino, nuestra manera de expresar. Trabajemos tomando en cuenta nuestras particularidades y sensibilidades, y seremos mucho más productivos y felices. Encontremos nuestra manera de decir cae la noche.
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