
Ser alumno graduado de Humanidades: testimonios
Esta es la primera parte de un reportaje en profundidad desarrollado por los estudiantes graduados del Seminario en Periodismo II del profesor Mario E. Roche Morales.
Miosotis Cortés, Marined Ríos y Miriam Betancourt
El arte es una de las características que nos distingue de otras especies. La literatura, el teatro y la música son válvulas de escape ante las peores situaciones, tanto personales como sociales. Actualmente, Puerto Rico atraviesa un panorama de crisis económica, lo que hace que se vean amenazados sus principales patrimonios culturales.
La Universidad, como norte vibrante, con vida propia, donde la juventud del estudiantado le abona ideales utópicos, que, aunque no se cumplan, sirven para andar por el camino correcto, tiene un tambor que le da brillo y permiso para rescatar a la isla desde la sensibilidad: la Facultad de Humanidades del Recinto de Río Piedras. Es este el espacio por excelencia de las artes isleñas desde su fundación en 1943, tal vez por eso es la menos susceptible a mediciones, bases de datos o índices de productividad académica. Para calibrar el fruto de los esfuerzos de su estudiantado y cuerpo docente se necesitarían tantos formatos de medición como formas y escenarios de creación.
A todas estas, dentro de esa comunidad, hay unos personajes de especial distinción. Se trata de los alumnos del nivel graduado, quienes a pesar de su vasta creatividad, han sido desatendidos por las herramientas que miden su constante trabajo para la academia ríopedrense. De esa forma, la obtención de fondos parece quedar en una quimera que incomoda el porvenir de los artistas que hacen del Cuadrángulo de Humanidades un lugar especial. La razón para que esto ocurra es la diversidad de trabajos, formatos y de escenarios extracurriculares en los que se desempeñan, pero lo que no puede negarse es que desde allí, desde el marco que crea la famosa Torre de la UPR, se lleva a cabo investigación rigurosa y de altura.
Laura, la gestora cultural
Laura Mattei, cursa una maestría en Gestión y Administración Cultural, y ha participado en talleres creativos en República Dominicana y en la Universidad de Harvard. Asimismo, colaboró con el Museo de Arte de Ponce en asuntos de curaduría y, actualmente, labora en la Fundación Ángel Ramos. Esta plantea que las oportunidades de los estudiantes graduados de la Facultad de Humanidades están limitadas ante los estudiantes de Ciencias Naturales. Para Mattei, esto se debe a que la cultura es un tema que para muchos no es relevante, aún cuando esta sea una base importante para el desarrollo de la sociedad.

Adicional a eso, las oportunidades de ayuda económica no son tan reconocibles como para las ciencias duras, por lo que el estudiante de Humanidades no conoce cómo y a dónde recurrir para subsanar los gastos de sus labores.
“Los estudiantes se ven beneficiados al realizar investigaciones ya que los pone de cara a laborar, expande sus conocimientos, obtienen mayores capacidades y van aprendiendo de las diversas herramientas, en donde se trata de poner en práctica lo que se aprende en el salón de clase”, indica Mattei, quien desarrolla un proyecto transmediático sobre la Generación del 70 como proyecto final para obtener su grado.
Mildred, la hispanista
Mildred Candelario Ortiz, estudiante de doctorado en Estudios Hispánicos, además de echar en falta el apoyo financiero a la Facultad, considera que existe una preocupación colectiva por parte del alumnado sobre las oportunidades de empleo disponibles para aquellos que se gradúan de este cónclave académico de las artes, aún cuando su interés recae en aportar al país por medio de la educación, la lengua y la literatura.

Para Candelario, en muchas ocasiones se menosprecia o subestima el producto nacional, lo que provoca que en ocasiones, se le otorgue más importancia a todo lo que venga del exterior. Candelario establece que en ocasiones, el Decanato de Asuntos Graduados e Investigación (DEGI), brinda recursos para ciertos viajes con el propósito de presentar trabajos en distintos simposios y foros, pero esto no se da siempre, pues en muchos casos, el dinero tiene que salir del bolsillo del estudiante. Candelario está dispuesta a enfrentar la carga económica que pudieran representar los viajes.
“Yo asumo mi compromiso y mis responsabilidades porque me interesa, porque lo escogí y porque creo en ellos; pero no puedo negar que tengo preocupaciones y cuestionamientos igual de legítimos”, expresa la estudiante que, a la par con su tarea graduada en Puerto Rico, culmina un grado alterno en la Universidad de Salamanca durante los veranos.
Por último, añade que las Humanidades son importantes para la sociedad como cualquier otra disciplina, “no obstante, hay sectores que se atreven a cuestionar su utilidad”.
Gaddiel, el vate vegabajeño
De otro lado, el joven poeta Gaddiel Ruiz Rivera, de maestría en Estudios Hispánicos, entiende que los saberes humanísticos son un campo abierto a muchas posibilidades enriquecedoras. Sin embargo existen unas limitaciones tanto en el campo laboral como en el educativo. En ocasiones, la Facultad va más allá de las opciones de cursos libres para incentivar la creatividad intelectual con eventos históricos como la Semana de la Lengua, el sostenimiento de la prestigiosa Revista de Estudios Hispánicos, la difusión de congresos y, en ocasiones, de convocatorias. No obstante, entiende que hay una dilación para exponerse a la diversidad de tópicos y formas de investigar dentro de la propia disciplina.

A la postre, Gaddiel desconoce de la existencia de otras formas de obtener experiencias de crecimiento además de las que ofrece el Programa de Experiencias Académicas Formativas (PEAF), la ayudantía graduada más común en el Recinto. De todas formas, regresa al ensueño y sabe que, a pesar de eso, y por el compromiso creativo que se profesa en cada espacio del Cuadrángulo, hay una esperanza de mantener vivo el acervo crítico y cultural de la forma que sea posible.
“Esto es una cantera para la creatividad”, concluye el vate oriundo de Vega Baja.
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