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Estudiantes confinados de la IUPI presentaron su libro “Luna llena… mi esperanza”

Brian Miranda Matta
Reportero
Oficina de Comunicaciones
Recinto de Río Piedras – UPR

Fotos suministradas

En el verano de 2022, el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPRRP) logró un hito al graduar de bachillerato a 12 estudiantes confinados. Este evento representó la cumbre del sueño del sacerdote Fernando Picó, quien –desde la década de 1990– promovió la educación para personas privadas de libertad. Entre los presentes en esa graduación se encontraba el profesor Roberto “Tito” Otero, artista y educador, quien colaboró con Picó en los inicios de esta labor educativa. Inspirado por este logro, Otero propuso a la doctora Edna Benítez Laborde, coordinadora del Programa de Estudios Universitarios para Personas Confinadas de la UPRRP, un nuevo proyecto: introducir el arte del libro artesanal en el entorno carcelario. Dos años después, este esfuerzo se concretó –en la Institución 308 de Bayamón– con la presentación del libro Luna llena… mi esperanza, un testimonio del poder transformador del arte en contextos de encierro.

El libro reúne seis relatos breves en los que cada autor reflexiona sobre su conexión con la luna, tanto antes de su encarcelamiento como durante su vida en prisión. En el inicio de cada historia, la luna representa algo único para cada narrador, desde un aliado en conquistas románticas hasta un compañero en juegos de baloncesto. Sin embargo, tras ingresar al presidio, el satélite se transforma en un eje común de esperanza. Los autores de la obra fueron Javier Rodríguez Rodríguez, Juan Negrón Ayala, Raúl Reyes Chalas, Cristopher Reyes Pérez, Gadiel Falcón Rodríguez y Miguel Nieves Domínguez. Durante nueve meses, el Instituto Educativo Correccional se transformó en el taller La imprentita 308, donde los confinados, bajo la dirección de Tito Otero, se encargaron de todo el proceso creativo y técnico del libro, desde la escritura y edición hasta la ilustración mediante grabados en linóleo y la impresión en una pequeña imprenta de tipos móviles.

Acompañados por sus profesores del recinto riopedrense de la UPR y miembros de la comunidad correccional, los confinados compartieron –el pasado jueves– el resultado de meses de dedicación. En la actividad, los artistas de grabado Yolanda Velázquez Vélez y Rafael Trelles presentaron la obra y reflexionaron sobre el impacto del primer libro de arte impreso a mano por confinados en una institución penal del país. En su intervención, Velázquez Vélez comparó La Imprentita 308 y el proceso creativo del libro con una semilla que, influenciada por las fases de la luna, promete dar frutos abundantes. Además, destacó cómo la honestidad y vulnerabilidad de los relatos invitan a cultivar curiosidad, esperanza y un sentido de comunidad para “juntar miradas sinceras”.

“Cuando Tito Otero me mostró con entusiasmo el comienzo de un libro, hecho de lunas por hombres que en ocasiones solo podían mirarla a través del marco de una ventana, pensé en el poder que tienen la imagen y la escritura cuando se juntan en manos con hambre de explorar todas las fases de reconstruir y ver crecer sus historias para compartirlas”, sostuvo Velázquez Vélez.

Por su parte, el artista Rafael Trelles ofreció un análisis detallado de cada relato y sus grabados, describiendo los procesos creativos detrás de la obra. En su intervención, comparó el trabajo de los confinados con el cuento La noche que volvimos a ser gente de José Luis González, destacando cómo ambas narrativas refuerzan la idea de que observar la luna es una “poderosa manera de recuperar nuestra humanidad”. “¡Qué misterioso consuelo, qué enigmática sensación de paz nos brinda la contemplación sosegada de la luna! Mirarla sin prisas, tuvo un efecto reparador para cada uno de los autores de esta hermosa publicación. La luna, los asistió en el amor, les insufló vida, les quitó cárcel, veló por ellos, les devolvió el silencio, y la esperanza de libertad”, expresó Trelles.

Al finalizar la presentación, los autores compartieron sus vivencias durante el proceso creativo, expresaron su gratitud por la oportunidad y regalaron ejemplares del libro a invitados especiales. En representación del grupo, Gadiel Falcón Rodríguez destacó que la obra ofrece una mirada íntima a sus experiencias tras «tanto tiempo de sufrir la prisión». 

“Lo que hace esta obra especialmente conmovedora es como estos relatos se transforman al ser contados desde el contexto del encierro. La luna, símbolo de anhelos y sueños, se convierte en un faro de esperanza en medio de la oscuridad del confinamiento. Fernando Picó nos enseñó que la historia no es solo el relato de los poderosos, sino también de los oprimidos y marginados, y esta obra encarna perfectamente ese principio”, declaró Falcón Rodríguez.

Este proyecto fue posible gracias a la colaboración entre el Recinto de Río Piedras de la UPR y el Departamento de Corrección y Rehabilitación, así como al apoyo de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, la Fundación Cortés y la Liga de Arte de San Juan.

Educación para los confinados: Un proyecto que trasciende el quehacer académico

La doctora Edna Benítez Laborde destacó que la presentación del libro y otras iniciativas del Programa de Estudios Universitarios para Personas Confinadas invitan a reflexionar sobre el rol de la Universidad en la sociedad. Según Benítez Laborde, la cárcel refleja una realidad de exclusión y discrimen social, por lo que las iniciativas educativas del recinto riopedrense de la UPR deben ir más allá de otorgar diplomas. “Nuestra misión y responsabilidad social es acompañar a estas personas, incluso ante la posibilidad de volver a la sociedad. […] No se trata solamente de un apoyo académico, sino también de poder ser una red de apoyo en otros factores que son necesarios”, afirmó.

Además, la educadora resaltó que la Universidad –a través de estos proyectos– reafirma su relevancia y alcance para contribuir al bienestar del país. “Lo que aconteció hoy en una institución penal pudo haber pasado en la Facultad de Humanidades, en el Teatro o en La Goyco, pero pasó en la cárcel. Hicimos comunidad, hicimos universidad estando allí, y eso es lo que debe hacer la universidad: estar donde sea necesaria que esté”, concluyó.

 

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