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Emblemática Torre es remozada como parte de un proyecto de mantenimiento y embellecimiento que incluye “Los cuatro grandes”

Tras casi dos décadas desde la última vez que se limpió y pintó, La Torre —estructura que es símbolo supremo de nuestro recinto—ha sido sometida a un proceso de remozamiento, junto a los edificios “Juan José Osuna”, “Ana María O’Neill”, “Ramón Emeterio Betances” y “Beatriz Lasalle” —mejor conocidos como “Los cuatro grandes”— cuya última intervención ocurrió hace ocho años.

El doctor Luis A. Ferrao –rector del recinto riopedrense de la UPR—señaló que “el proyecto de embellecimiento y mantenimiento de estos edificios fue aprobado en el presupuesto 2019-2020, pero los trabajos inherentes no se pudieron realizar debido a las situaciones que durante el pasado año han trastocado la vida en nuestro campus.

“La culminación de estos trabajos –-añadió– ofrece a nuestra comunidad universitaria y visitantes una imagen cabal del diseño arquitectónico de estas estructuras salvaguardando su integridad histórica y en estricto cumplimiento con las reglamentaciones que aplican en la estética, ornato y arquitectura que rigen los edificios que están inscritos en el Registro Nacional de Lugares Históricos del Departamento del Interior de los Estados Unidos como lo es la Torre de nuestro Recinto”.

El Dr. Ferrao reiteró también que “el compromiso de nuestra Administración es continuar realizando trabajos y mejoras a las diversas áreas que así lo requieren”.

La Torre se construyó entre 1937 y 1939, a un costo estimado de $275,000. La nombraron Franklin Delano Roosevelt, en agradecimiento al presidente de Estados Unidos en funciones, como reconocimiento a su interés y ayuda para su construcción. Los arquitectos a cargo de esta estructura, ícono en la historia del país, fueron el puertorriqueño Rafael Carmoega y el estadounidense William Schimmelpfenning. Tiene 174 pies de altura, una fachada formada por 4 pedestales con los emblemas de los principales colegios de aquella época: Derecho, Educación, Artes y Ciencias y Farmacia.

En su interior, fue completada con la construcción del carillón, con 25 campanas tubulares que –desde entonces—tiene en su repertorio música popular y tradicional de autores como Rafael Hernández, Agustín Lara y otros, además de los himnos de las naciones de América incluyendo La Borinqueña en su forma original. Su sonido marca el paso de las horas, tan importante para orientación de los universitarios y la comunidad en general. La Torre ha sido fiel testigo de grandes logros y luchas que por los pasados años han formado parte de la historia de la vida universitaria. En su decoración interior incluye molduras clásicas y motivos renacentistas. Un enorme reloj de cuatro caras está ubicado en su punto más alto.

“Agradecemos a todos los que han colaborado en la ejecución de estos proyectos de embellecimiento e invitamos a todos los miembros de nuestra comunidad universitaria a que continuemos cuidando de este campus excepcional y centenario que es como nuestro segundo hogar”, concluyó el Dr. Ferrao.

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